París – Francia

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El Rey Luis XII, de la Casa Valois, gobierna Francia a distancia. Sus conquistas militares le mantienen temporalmente apartado del trono.

CRÍTICA DESTRUCTIVA

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Luis XII lucha ahora con Fernando I por el control de Nápoles y ha dejado al mando a sus ministros de exteriores en su ausencia. Son hombres comprados por los Borgia y tienen como objetivo a uno de los rivales de Rodrigo, el reformista Desiderio Erasmo. Debemos protegerle.

Seguimos la pista del sacerdote neerlandés hasta una iglesia de París donde tiene su estudio. Los priores nos dicen que se ha marchado por miedo a un brote de la plaga que arrasa el país.

Erasmo buscó un carruaje que le sacase de la ciudad, así que vamos a los establos. Habló con los jinetes para el viaje, pero le ofrecieron una plaza en el carruaje de un extraño. Borgia, sin duda.

La pista del carruaje nos lleva a una aldea en las afueras de París. Está bien vigilada, pero tiene poca luz. Elegimos nuestros objetivos.

Nuestros disparos son coordinados y certeros. Los guardias caen al unísono.

Entramos y encontramos a unos cuantos guardias que han sobreestimado sus defensas. Les matamos antes de que alcancen sus armas. Dentro vemos a Erasmo, atado en una pequeña celda.

El sacerdote está a salvo, pero nos ha dado noticias inquietantes. Estuvo cautivo con otros, uno de ellos, miembro de nuestra Hermandad. No hemos podido averiguar dónde le mantuvieron ni qué información lograron con la tortura.

EN LA PISTA

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Sabemos que Luis XII ha dejado su reino en manos de templarios leales a los Borgia. Han capturado a uno de nuestros Hermanos y le someten a tortura para que suelte la lengua. Si lo consiguen, estaremos perdidos. Debemos encontrarle cuanto antes.

Al llegar a Francia, encontramos a la población deseosa de hablar de corrupción y conspiración. Aunque mucho son solo rumores, hallamos algunas pruebas sólidas.

Llegamos hasta el arzobispo Georges d’Amboise, jefe consejero de Luis. Seguro que informa a los Borgia. Le seguimos por la ciudad, a la espera de que se quede solo.

Cogemos a d’Amboise y lo llevamos a un callejón, donde nadie nos ve. Está aterrado; teme por su vida, y tiene razones para ello. Nos ha dado una lista de ministros a los que él cree involucrados.

Los ministros son incautos y alardean de sus contactos para lograr más poder. Nos dividimos y señalamos a tres hombres como objetivos.

Cada uno recibe solo fragmentos de información, pero juntos tenemos mucho más.

Enterramos a los tres ministros al anochecer fuera de la ciudad. Su desaparición retrasará los planes de César. Sabemos dónde encontrar a nuestro Hermano capturado, pero estará bien vigilado. Necesitaremos tiempo para prepararnos.

UN CAÍDO

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No podemos perder tiempo. Asaltaremos la casa donde está cautivo nuestro Hermano. Si aún vive, le liberaremos.

La casa está en el bosque profundo. Los muros son altos, pero nosotros podemos escalarlos. Detrás vemos unos mercenarios que empuñan lanzas.

Intentamos disimular nuestro movimiento, pero nos esperaban. Vigilan la parte superior de los muros y los árboles desde los que se pueden alcanzar.

Ya que el sigilo no es una opción, nos disponemos a luchar. Lanzamos bombas de humo por encima de los muros y pronto los seguiremos.

Vencemos al enemigo atacando dos contra uno, desviando la punta de la lanza y atacando desde el flanco.

Los lanceros caen en la trampa, pero luchan con fuerza. Algunos de los nuestros entran en la casa magullados y sangrando.

Encontramos a nuestro Hermano, pero tiene las piernas rotas. Ha sido fuerte: les ha dado más pistas falsas que detalles ciertos. Antes de morir, nos avisa de que oyó decir algo a sus torturadores templarios: debemos tener cuidado con los Orsini.

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