Enrique VII, de la Casa Tudor, gobierna Inglaterra con mano firme. Aunque Inglaterra goza de paz y estabilidad bajo su reinado, el rey pronto se convertirá en victima de la manipulación templaria.
FINGIENDO
Los templarios luchan por conseguir poder sobre el trono inglés. El rey Enrique VII frustró sus dos primeros intentos, encarcelando a Lambert Simmel y colgando a Perkin Warbeck, ambos aspirantes al trono. Encuentra el vínculo entre ellos y evita futuros intentos.
Enrique dice que los aspirantes tenían una cómplice en la conspiración, Margarita de York, pero que no podía tocarla debido a sus lazos familiares con el Sacro Imperio Romano.
No decimos a Enrique quiénes somos, solo que tenemos intereses similares. Nos hace asegurarle que Margarita morirá de forma “natural”.
Margarita se cree a salvo. Nos sorprende encontrarla rodeada de amigos, y no de guardias.
Dos de nosotros distraen a los sirvientes de Margarita con preguntas y propuestas, mientras que un tercero entra en la casa.
Para evitar malgastar el veneno con un catador o un sirviente inesperado, separamos los componentes del brebaje letal, inocuos por sí solos hasta que se combinan. Una pizca en la comida, otra en su maquillaje y otra más en su almohada.
Margarita de York ha tenido una muerte “tranquila”. Fuera de la Hermandad, solo el rey Enrique conoce nuestra implicación. Le dejaremos creer que nuestros servicios se han pagado con dinero real, aunque en realidad nuestro objetivo era golpear a los templarios en Inglaterra.
APAGANDO FUEGOS
La muerte de Margarita ha obligado a los otros conspiradores a llevar su campaña por las calles de Inglaterra. Urgen al pueblo a levantarse en armas contra Enrique. Debemos encontrar a los líderes de los disturbios y matarles.
No tenemos ningún interés en proteger a Enrique, pero no podemos dejar que los Templarios lideren la rebelión. Sin duda, los encontraremos entre la multitud.
Con el atuendo local, nos infiltramos entre los agitadores para buscar al más alborotador o al más convincente.
Estos hombres se aprovechan de la ignorancia y el miedo. Ningún líder está libre de corrupción: reclaman falsos derechos y exageran en los discursos. Tácticas templarias.
Matar a estos hombres será fácil, pero ¿qué hay de las consecuencias? ¿Los convertiremos en mártires?
Al final decidimos que los deseos de esta gente no nos conciernen. Tienen derecho a expresar sus quejas y a exigir que se actúe. Matamos a todos los templarios con disparos discretos, salvo a uno. Le interrogamos para que dé información a cambio de su vida.
El templario superviviente explica que el motivo de estas distracciones era excluirnos del complot general: los templarios se han infiltrado en la Cámara de las Estrellas, la corte secreta inglesa.
LA CÁMARA DE LAS ESTRELLAS
El rey Enrique usa la Cámara de las Estrellas para juzgar a personajes conocidos sin que el pueblo sepa de los procedimientos. Ahora que el enemigo se ha abierto camino en la corte, cuenta con un arma peligrosa.
Enrique usa la Cámara para controlar a importantes enemigos políticos. Si apunta a nuestros aliados, el daño podría ser grave. Identificaremos a los templarios y los eliminaremos.
Preguntamos al rey si duda de algún hombre en el consejo, y dice que no. Nos recomienda suspender nuestra investigación. Sobornamos a algunos de su corte y descubrimos ciertos rumores.
Ignoramos la petición de Enrique y seguimos a los miembros del consejo. No vemos nada sospechoso durante días. Les amenazamos para ver cómo reaccionan, pero no lo hacen. ¿Acaso el templario ha estado jugando con nosotros?
Contacto. Han llegado dos embajadores de Roma y se han reunido con cuatro miembros veteranos de la Cámara de las Estrellas. Las cartas que traen llevan el sello de los Borgia. Los ingleses las firman y las devuelven.
Interceptamos a los hombres de los Borgia y los matamos con facilidad. La carta avisa de nuestra injerencia en el complot templario. Se la entregaremos al rey y dejaremos que él se encargue de sus hombres.
Hemos dejado al descubierto a los templarios que se sientan en el consejo de la Cámara de las Estrellas y los hemos entregado a la guardia de Enrique. Agradecido, el rey nos ha ofrecido uno de los sillones. La Hermandad decidirá sobre su ocupación.