Personajes más relevantes en la Revolución Francesa.

Una vez analizada la Revolución en la primera parte de este artículo, pasemos a conocer a los protagonista más destacados y que pueden aparecer de forma directa, o indirecta, en Assassin’s Creed Unity y seguramente Arno interactúe con varios de ellos a lo largo de esta nueva entrega de #ACUnity.

Marqués de La Fayette

 

LUIS XVI DE FRANCIA

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(23/08/1754 – 21/01/1793) Rey de Francia (1774-1792) derrocado durante la Revolución Francesa y decapitado.

Nieto de Luis XV. Al fallecer sus dos hermanos mayores y su padre, único hijo de Luis XV, se convirtió en el delfín (príncipe heredero) de Francia en 1765.

El 16 de mayo de 1770 se casó en la capilla de palacio de Versalles con María Antonieta, hija menor de la archiduquesa María Teresa de Austria. El matrimonio no fue consumado hasta siete años después de la boda, cuando ya había sido coronado. Tuvieron cuatro hijos.

Al llegar al trono, el problema primordial al que tuvo que enfrentarse fue con el déficit acumulado por los dos reinados anteriores. Inmediatamente redujo algunas de las contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero con el apoyo de políticos como Anne Robert Jacques Turgot, ministro de Hacienda,Chrétien Guillaume de Lamoignon de Malesherbes, ministro de Estado, y Charles Gravier, conde de Vergennes, ministro de Asuntos Exteriores, aunque la nobleza le impidió llevar a cabo reformas más amplias.

Tras conceder ayuda económica a las colonias angloamericanas durante su guerra de la Independencia contra el dominio británico (1778-1781), Necker propuso la aplicación de impuestos a la nobleza para equilibrar el déficit presupuestario. La impopularidad de esta medida entre las clases influyentes provocó su dimisión en 1781.

El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio de las Tullerías. Los monarcas, junto con sus hijos, intentaron huir a Austria en junio de 1790, pero fueron capturados y enviados a París.

Luis juró obediencia a la nueva Constitución francesa en julio de 1790, aunque siguió conspirando en contra del gobierno revolucionario. En 1792 la Convención Nacional, la asamblea de diputados francesa, proclamó la República. El Rey, desposeído de sus títulos fue procesado como el “ciudadano Luis Capet” (apellido de su familia), acusado de traidor a la nación, por haber mantenido correspondencia secreta con los monarcas europeos que se interesaban por su salvación.

Luis XVI fue guillotinado en la Plaza de la Revolución, hoy Plaza de la Concordia, el 21 de enero de 1793, 1 de la República. Sus últimas palabras fueron: “¡Pueblo, muero inocente!”.

MARÍA ANTONIETA

Marie Antoinette

(Viena, 1755 – París, 1793) Reina de Francia. Hija de los emperadores de Austria, Francisco I y María Teresa, contrajo matrimonio en 1770 con el delfín de Francia, Luis, que subió al trono en 1774 con el nombre de Luis XVI. Mujer frívola y voluble, de gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante, pronto se ganó fama de reaccionaria y despilfarradora. Ejerció una fuerte influencia política sobre su marido (al que nunca amó), ignoró la miseria del pueblo y, con su conducta licenciosa, contribuyó al descrédito de la monarquía en los años anteriores a la Revolución Francesa.

Pero quizá lo que más se recuerda de María Antonieta es su dramático final: detenida junto con el rey y otros nobles cuando trataban de huir de París, fue juzgada por el Tribunal Revolucionario y condenada a morir en la guillotina. Para la multitud que la contempló ese día, María Antonieta era la encarnación del Mal; para muchos otros fue una reina mártir y un símbolo de la majestad y la entereza. Sin duda, una de las reinas más bellas que tuvo Europa y la más primorosa joya de Francia.

Desde su nacimiento en 1755, María Antonieta Josefa Ana de Austria, más conocida como María Antonieta de Austria, había vivido sumergida en la suntuosidad de la corte vienesa, rodeada de atenciones y ternura.

A los 12 años supo que iba a ser reina de Francia. Su madre se dispuso a hacer de ella una perfecta princesa parisina y le asignó dos expertos que se ocuparan a fondo de la futura cabeza real: un preceptor eclesiástico y un ilustre peluquero. El primero debía reforzar su fe y su francés; al segundo se le encomendó la no menos delicada misión de edificar en la cabellera de la infanta una versallesca torre dorada llena de bucles. Una semana después, ambos se confesaron derrotados. El preceptor aseguraba que María Antonieta poseía un cerebro ingenioso y despierto, pero rebelde a toda instrucción; el peluquero no podía culminar su obra debido a la frente demasiado alta y abombada de la joven.

A los 14 años, cuando se casó con el duque de Berry, entonces Delfín y futuro rey Luis XVI, María Antonieta era ya una deliciosa muchacha espléndidamente formada, con un exquisito rostro oval, un cutis de color entre el lirio y la rosa, unos ojos azules y vivos capaces de condenar a un santo, un cuello largo y esbelto y un caminar digno de una joven diosa. Para el gusto francés, sólo su boca, pequeña y dotada del desdeñoso labio inferior de los Habsburgo, resultaba desagradable.

El matrimonio con el futuro rey de Francia fue bendecido el 16 de mayo de 1770. Hubo fastos, desfiles, grandiosas fiestas y solemnidades. Poco después, por la noche, no hubo nada. Al menos eso consignaría el Delfín en su diario en la mañana del día 17: “Rien.” Una sola y enojosa palabra que seguirá escribiendo durante siete años, hasta que ella tenga el primero de sus cuatro hijos. María Antonieta, vital y poco inclinada a la santidad, se aburría soberanamente con su esposo y pronto comenzó a salir de incógnito por la noche, oculta tras la máscara de terciopelo o el antifaz de satén, y a resarcirse con algo más que simples galanterías.

Reina de Francia

En cuanto al Delfín, era robusto y bondadoso, pero también débil y no demasiado inteligente. Convertido en Luis XVI a los 20 años, María Antonieta escribirá a su madre: “¿Qué va a ser de nosotros? Mi esposo y yo estamos espantados de ser reyes tan jóvenes. Madre del alma, ¡aconseja a tus desgraciados niños en esta hora fatídica!”. María Antonieta pronto se convirtió en símbolo escandaloso de la más licenciosa corte de Europa. Trataba de agradar y de obrar con acierto, pero no lo conseguía.

Sus faltas, exageradas por la opinión pública y consideradas como ejemplo vivo del desenfreno de la corte, no fueron otras que su desprecio a la etiqueta francesa, sus extravagancias y la constante búsqueda de placeres en el fastuoso grupo del conde de Artois, así como sus caprichosas interferencias en los asuntos de Estado para encumbrar a sus favoritas. Derrochadora, imprudente y burlona, la prensa clandestina comenzó a pintarla como un ser depravado y vendido a los intereses de la casa de Austria. La calumnia salpicaba su trono, siendo exagerada hasta el paroxismo por los libelos de la Revolución. Según los panfletos, la lista de sus amantes era interminable y sus excesos dignos de una Mesalina. Pronto fue conocida entre el pueblo con el despectivo mote de “la austríaca”.

En 1785, un nuevo escándalo atribuido a su codicia vino a deteriorar su ya más que vapuleada fama. Todo el asunto giró alrededor de la más rica joya de la época. El célebre collar, realizado por los mejores orfebres de París para madame Du Barry, favorita del rey Luis XV, era una pieza insuperable. Sus más de mil diamantes, rubíes y esmeraldas parecían haber sido forjados pacientemente por los dioses en las entrañas de la tierra con el único fin de recibir la caricia del oro en un lugar preciso de la joya. Muerta la Du Barry antes de que se diera fin a la obra, la condesa de La Motte, aventurera que servía en la corte y pertenecía al círculo del tenebroso conde Cagliostro, embaucó al cardenal Louis de Rohan, rico y disoluto cortesano caído en desgracia, haciéndole creer que María Antonieta deseaba obtener el magnífico collar y que, no disponiendo del dinero suficiente, estaba dispuesta a firmar un contrato de compra si él lo garantizaba.

El cardenal, deseoso de congraciarse con María Antonieta, se entrevistó con quien creía que era la reina, suplantada por una bella joven apellidada d’Oliva, accedió a su petición y el 1 de febrero de 1785 el collar fue trasladado a Versalles. Pero no llegó a manos de la reina, sino que por una sucesión de intrigas fue a parar a la condesa de La Motte, que desapareció de París con su marido y se dedicó a vender afanosamente las gemas por separado. Una vez descubierta la estafa, la condesa aseguró ser favorita íntima de María Antonieta y esgrimió unas cartas comprometedoras de la reina falsificadas. María Antonieta fue acusada de intrigante y ambiciosa, y aunque el juicio demostró su inocencia, la campaña política orquestada para desprestigiarla tuvo éxito. El cardenal de Rohan fue desterrado, la condesa de La Motte azotada públicamente y su esposo condenado a galeras, pero el castigo ejemplar no pudo borrar el nuevo baldón que había caído sobre la honorabilidad de la reina.

La Revolución

La caída de la monarquía se fraguó en pocos meses. Ni Luis XVI ni María Antonieta comprendieron el carácter de los cambios que se avecinaban, provocando así su propia ruina. Ya no había posibilidades de reconciliación entre el pueblo y el rey. El intento de huida de los monarcas no hizo sino acentuar esta ruptura y patentizar que el país había dado la espalda a la corona.

El conde sueco Axel de Fersen, amante fidelísimo de María Antonieta, se encargó de preparar el plan de fuga con un grupo de selectos y secretos monárquicos. La familia real debía huir de París saliendo de las Tullerías durante la noche por una puerta falsa y dejando una proclama de acentos tradicionales dirigida al pueblo de París: “Volved a vuestro rey; él será siempre vuestro padre, vuestro mejor amigo.” Sólo consiguieron llegar hasta Varennes, donde fueron reconocidos y detenidos. Cuando Luis XVI leyó el decreto que le obligaba a regresar, dijo: “Ya no hay rey en Francia”. La Asamblea Legislativa no tuvo más remedio que someterse a cabecillas revolucionarios como Robespierre y Danton. No pudo evitar el asalto por las masas de la residencia real, arrebató los poderes al rey y permitió que fuese encarcelado en la torre del Temple. Después, para la realeza, no quedaba sino un trágico epílogo.

María Antonieta acompañó a su esposo a la prisión haciendo gala de un valor que ennobleció su figura, mostró cierta locura luego en el heroísmo al aceptar con patética serenidad la separación de sus hijos y la ejecución de su esposo en enero de 1793. Trasladada a la Conciergerie siete meses después y encerrada en una celda sin luz ni aire, sin abrigo, vigilada en todo momento por guardias muchas veces borrachos, sus nervios estuvieron a punto de quebrarse en vísperas del juicio. Pero resistió.

Durante el proceso intentó defenderse con sus últimos restos de dignidad, contestó en términos que confundieron a sus crueles enemigos y, ante la acusación suprema de haber corrompido a sus hijos, guardó primero silencio y luego, dirigiéndose hacia el público, exclamó: “¡Apelo a todas las madres que se encuentran aquí!” Las deliberaciones del tribunal duraron tres días y tres noches, siendo por fin declarada culpable de alta traición como “viuda del Capeto”. El 16 de octubre de 1793, a media mañana, sería exhibida en carreta por París ante los ojos de la multitud.

Ninguna imagen más expresiva ni más elocuente del enorme cambio que se había operado en ella que su famoso dibujo: no hay parecido alguno entre aquella ruina humana que marcha al encuentro de su destino y la mujer que había sido, según apreciara Walpole, la elegancia personificada. Luego subiría lentamente los peldaños del cadalso, redoblarían los tambores, caería la cuchilla y la cabeza ensangrentada, asida por los cabellos por uno de los verdugos, sería mostrada a la multitud vociferante.

CARLOS X

Carlos X

Rey de Francia, último de la Casa de Borbón (Versalles, 1757 – Gorizia, Venecia, 1836). Hermano menor de Luis XVI y de Luis XVIII, sucedió a este último en 1824; hasta entonces se le conocía como conde de Artois. Durante la época de la Revolución francesa (1789-1814) había permanecido en el exilio, desde donde intrigó continuamente en busca de apoyos para la causa monárquica. Con la restauración de la monarquía borbónica, regresó a Francia, manteniéndose apartado de la política bajo el reinado de Luis XVIII (1814-24). No obstante, a su alrededor se agruparon los ultras, partidarios de restablecer el absolutismo del Antiguo Régimen como si la Revolución no hubiera existido. Luego, su reinado (1824-30) estuvo marcado por esa tendencia reaccionaria, ejecutada por sus ministros Villèle y Polignac. La impopularidad que alcanzó tal política inmovilista y atávica provocó una nueva revolución de carácter liberal en julio de 1830, que le arrebató el Trono en favor de Luis Felipe de Orléans e instauró una monarquía de tipo constitucional. De nada sirvió un último intento de Carlos de salvar a la dinastía abdicando en su nieto, el futuro conde de Chambord; hubo de partir al exilio, de donde nunca regresaría.

ANNE-ROBERT JACQUES TURGOT

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(París, 1727 – 1781) Economista y político francés. Nacido en el seno de una familia de notable experiencia política, abandonó la carrera eclesiástica poco antes de su ordenación. Robert Jacques Turgot fue uno de los gobernantes franceses más representativos de la segunda mitad del siglo XVIII, y el que se consagró más a fondo a una concreta reforma económica y social. Después de haberse afianzado brillantemente en la Sorbona, abandonó en 1751 la carrera eclesiástica, a la cual había estado inclinado, y se orientó hacia la administrativa. Colaboró con un grupo de enciclopedistas, y escribió diversos artículos para la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert; se relacionó, además, con los fisiócratas, y singularmente con su jefe, François Quesnay, aunque no compartía por completo el riguroso “esprit de système” de tales economistas. Una gran libertad, en efecto, lo mantuvo apartado de cualquier sistema esquemático abstracto; sus reformas, aun cuando inspiradas en las premisas de la fisiocracia, no quedaron encerradas en tales límites.

Intendente real de Limoges de 1761 a 1774, Turgot adquirió un conocimiento preciso de las exigencias económicas de la región, cuyas condiciones mejoró a través de una serie de audaces y adecuadas medidas, en las cuales quedaron comprendidas la abolición de las “corvées” y la sustitución de las mismas por prestaciones monetarias, que procuró distribuir con la mayor ecuanimidad. Al mismo tiempo favoreció las comunicaciones, la instrucción y el desarrollo agrícola e industrial, y llevó a cabo una intensa labor de socorro con motivo de las graves penurias de 1770 y 1771.

La capacidad con que desempeñó su cargo le valió, en agosto de 1774, el nombramiento de ministro de Hacienda del nuevo monarca, Luis XVI, dignidad que conservó hasta el mes de mayo de 1776. En el curso de estos dos años se entregó resueltamente a la ardua misión de la reorganización administrativa y del fortalecimiento del crédito público; proclamó la libertad de comercio del trigo, uno de los puntos fundamentales del programa de los fisiócratas; suprimió los gremios y luchó con dura intransigencia contra las sinecuras de los nobles y los abusos de la administración.

Todo ello provocó violentas reacciones, tanto por parte del pueblo, que atribuía a la supresión de los impedimentos comerciales una acusada subida de los precios de los productos agrícolas, como del lado de los intereses perjudicados. Sin embargo, el peor enemigo de Turgot resulta ser la mala cosecha de 1774, que eleva los precios durante el invierno de 1774 y la primavera de 1775. En abril se producen disturbios en Dijon, y a principios de mayo tienen lugar las revueltas conocidas como la “Guerra de las harinas”. Turgot demuestra firmeza en la represión de los disturbios, y consigue el apoyo del Rey.

JACQUES NECKER

Jacques Necker

Financiero y político francés (Ginebra, 1732 – Coppet, Ginebra, 1804). Aunque nacido en una familia protestante de Ginebra, vivió en París desde los quince años y se convirtió en uno de los banqueros más importantes de la ciudad. Desde 1768, sin embargo, abandonó sus negocios, atraído por la ciencia y la literatura (en el salón de su mujer se reunían por entonces algunos de los intelectuales más destacados de la Ilustración, como Diderot y D’Alaembert).

Los contactos establecidos en la corte como prestamista de la Corona y como representante diplomático de la ciudad-estado de Ginebra le facilitaron la entrada en la política francesa: en 1777 sustituyó a Turgot como ministro de Hacienda de Luis XVI, en lucha desesperada contra el endeudamiento de las finanzas reales.

La confianza que inspiró en el mundo financiero y el acierto de sus primeras medidas produjeron una mejora transitoria de la situación, rota a partir de 1780 cuando la intervención francesa en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América (1778-83) volvió a desequilibrar las cuentas.

Por otro lado, la corte y los parlamentos provinciales se opusieron a las reformas fiscales que proponía Necker, temerosos de perder sus privilegios; cuando el ministro expuso su punto de vista en un Informe al rey fue inmediatamente destituido, pues, además de atacar el principio del secreto de las finanzas reales, había puesto en evidencia a la aristocracia denunciando las pensiones que recibía de unas arcas reales a las que no contribuía (1781).

Las finanzas reales siguieron deteriorándose bajo la dirección de Calonne y de Brienne y el descrédito de la Monarquía allanaba paulatinamente el camino de la Revolución. La bancarrota de 1788 decidió al rey a llamar de nuevo al popular Necker; éste le convenció de que para remediar la situación era preciso convocar unos Estados Generales que afrontarán reformas profundas en la Monarquía. Enfrentado a la corte por su insistencia en que el rey ofreciera concesiones al Tercer Estado, acabó por ser destituido en 1789.

Su cese fue uno de los detonantes del asalto a la Bastilla con el que estalló la Revolución francesa. Aún fue llamado una vez más, pero mantuvo una posición ambigua y decidió retirarse a Ginebra debido a su desacuerdo con medidas radicales de la Asamblea revolucionaria, como la confiscación de los bienes del clero o la emisión de los asignados (1790).

VOLTAIRE

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(1694-1778) Escritor francés. Fue la figura intelectual dominante de su siglo. Ha dejado una obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan sus relatos y libros de polémica ideológica. Como filósofo, Voltaire fue un genial divulgador, y su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.

Voltaire estudió en los jesuitas del colegio Louis-le-Grand de París (1704-1711). Su padrino, el abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina del Temple. Estuvo en La Haya (1713) como secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le obligó a regresar a París. Inició la tragedia Edipo (1718), y escribió unos versos irrespetuosos, dirigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de Árouet le Jeune» o del lugar de origen de su padre, Air-vault.

Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de éste (1726), condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco meses, fue liberado y exiliado a Gran Bretaña (1726-1729). En la corte de Londres y en los medios literarios y comerciales británicos fue acogido calurosamente; la influencia británica empezó a orientar su pensamiento. Publicó Henriade (1728) y obtuvo un gran éxito teatral con Bruto (1730); en la Historia de Carlos XII (1731), Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira El templo del gusto(1733) le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses.

Pero su obra más escandalosa fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que Voltaire convierte un brillante reportaje sobre Gran Bretaña en una acerba crítica del régimen francés. Se le dictó orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena, donde gracias a la marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos de trabajo y de trato social (1734-1749).

El éxito de su tragedia Zaïre (1734) movió a Voltaire a intentar rejuvenecer el género; escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzire o los americanos (1736), Mahoma o el fanatismo (1741). Menos afortunadas son sus comedias El hijo pródigo(1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749). En esta época divulgó los Elementos de la filosofía de Newton(1738).

Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy(1745), le acabaron de introducir en la corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico II. Luis XV le nombró historiógrafo real, e ingresó en la Academia Francesa (1746). Pero no logró atraerse a Mme. de Pompadour, quien protegía a Crébillon; su rivalidad con este dramaturgo le llevó a intentar desacreditarle, tratando los mismos temas que él:Semíramis (1748), Orestes (1750), etc.

Su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de Mme. du Châtelet (1749) movieron a Voltaire a aceptar la invitación de Federico II. Durante su estancia en Potsdam (1750-1753) escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromégas (1752), la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748).

Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de «Les Délices» (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Servet en su Ensayo sobre las costumbres (1756) escandalizaron a los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema sobre Juana de Arco, La doncella(1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido «devoto» de los católicos. Frutos de su crisis de pesimismo fueron el Poema sobre el desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Candide (1759), una de sus obras maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde Voltaire vivió durante dieciocho años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu crítico; allí recibió a la élite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancrède, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de «aplastar al infame», es decir, el fanatismo clerical.

Sus obras mayores de este período son el Tratado de la tolerancia (1763) y el Diccionario filosófico (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven, La Barre, etc.). Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a Voltaire, pudieron dedicarse a la agricultura y la relojería. Poco antes de morir (1778), se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.

MAXIMILIEN DE ROBESPIERRE

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Político de la Revolución francesa que instauró el régimen del Terror (Arras, Artois, 1758 – París, 1794). Procedente de la pequeña nobleza del norte de Francia, se hizo abogado y frecuentó los círculos literarios y filosóficos de su ciudad en la década de 1780; sus escritos de esa época muestran la influencia de las ideas democráticas de Rousseau.

Cuando Luis XVI convocó a los Estados Generales para resolver la quiebra de las finanzas reales (1788), Robespierre fue elegido para representar al Tercer Estado de Artois. Y cuando la conversión del Tercer Estado en Asamblea Nacional puso en marcha la Revolución francesa (1789), Robespierre se erigió en defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas (por ejemplo, fue él quien propuso la ley de 1791 que prohibía la reelección de los diputados, con la intención de renovar radicalmente el personal político).

No obstante, no parece que sostuviera convicciones republicanas hasta que la deslealtad del rey a la Constitución (con el intento de fuga de la familia real en 1791) defraudó su confianza en la fórmula monárquica; entonces sí, fue uno de los promotores de la ejecución de Luis XVI y de la implantación de la República.

Hombre íntegro, virtuoso y austero (recibió el sobrenombre de el Incorruptible), llevó su rigor moral y su fidelidad a los principios hasta el fanatismo. Esa fama le convirtió en uno de los líderes más destacados del Club de los Jacobinos, que agrupaba al partido revolucionario radical. Allí sostuvo la idea de mantener la paz con las potencias extranjeras para consolidar la revolución en Francia, pues veía en la guerra exterior que impulsaban los girondinos un claro peligro de debilitamiento del régimen.

El apoyo de las masas revolucionarias de París (lossans-culottes) a tales ideas se expresó en una «revolución dentro de la Revolución» en 1792-93, que llevó a Robespierre al poder: primero como miembro de la Comuna revolucionaria que ostentaba el poder local; luego como representante de la ciudad en la Convención nacional que asumió todos los poderes, y en la que Robespierre apareció como portavoz del partido radical de la Montaña (junto con Danton y Marat); y, una vez eliminados del poder los girondinos, como miembro del Comité de Salvación Pública en el que la Convención delegó el poder ejecutivo (1793).

Tras arrebatarle el poder a Danton, Robespierre se convirtió en el «hombre fuerte» de aquel Comité, secundado por Saint-Just; instauró una dictadura de hecho para salvar a la Revolución de las múltiples amenazas que se cernían sobre ella: el ataque militar de las monarquías absolutistas europeas coligadas contra Francia, la amplitud de la insurrección contrarrevolucionaria en el interior (conocida como laVendée), la quiebra de la Hacienda Pública y el empobrecimiento de las masas populares.

Robespierre impuso una sangrienta represión para impedir el fracaso de la Revolución, no dudando en aprobar leyes que recortaban las libertades y simplificaban los trámites procesales en favor de una «justicia» revolucionaria tan expeditiva como arbitraria; completaba el mecanismo represivo un sistema de delación extendido por todo el país mediante 20.000 comités de vigilancia. En 1794 eliminó físicamente a la extrema izquierda (los partidarios de Hébert) y a los revolucionarios moderados (los indulgentes de Danton y Desmoulins), al tiempo que perseguía sin piedad a toda clase de contrarrevolucionarios, monárquicos, aristócratas, clérigos, federalistas, capitalistas, especuladores, rebeldes, traidores y desafectos (hasta 42.000 penas de muerte en un año).

Buscaba así eliminar las disensiones y cohesionar a la población en torno al gobierno revolucionario y al esfuerzo de guerra. Adoptó medidas sociales encaminadas a ganarse el apoyo de las masas populares urbanas, como la congelación de precios y salarios. Quiso recuperar la religión como fundamento espiritual de la moral y del Estado, instaurando por decreto el culto del Ser Supremo y celebrando en su honor una fiesta en la que quemó una estatua que simbolizaba el ateísmo. El éxito obtenido en la batalla de Fleurus (1794), que detuvo el avance de los ejércitos austriacos y prusianos hacia París, culminó la obra de Robespierre poniendo a salvo el régimen revolucionario; pero fue también el inicio de su caída, pues al desaparecer la situación de emergencia resultaban aún más injustificados los excesos del Terror.

Una coalición de diputados de diversas tendencias obtuvo de la Convención el cese y arresto de Robespierre y sus colaboradores en el Comité, en una turbulenta sesión en la que se impidió hablar a los acusados y en la que el propio Robespierre resultó herido. De nada sirvió el conato de insurrección popular que protagonizaron los sans-culottes para salvar a Robespierre. Juzgado por sus propios métodos, fue guillotinado junto con 21 de sus partidarios en la plaza de la Revolución, poniendo fin al Terror y dando paso a un periodo de reacción hacia posiciones moderadas.

CAMILLE DESMOULINS

Desmoulins

(Guise, 1760-París, 1794) Político y publicista francés. Publicó algunas obras en las que preconizaba la caída del Antiguo Régimen y la cercana revolución, entre ellas La filosofía del pueblo francés (1788) y Francia libre (1789). El 12 de julio de 1789 se dirigió al pueblo reunido en los jardines del Palais Royal instándoles a que se levantara en armas, y anunció que la corte preparaba una «noche de San Bartolomé de los patriotas». Secretario de Danton y diputado por París en la Convención, editó los periódicos Révolutions de France et de Brabant (1789-1791) y Le Vieux Cordelier (1793), contra los hebertistas, provocando la desconfianza de Robespierre. Cofundó, con Danton, el club de los Cordeliers, en el que destacó por sus discursos, que ejercieron gran influjo sobre la opinión revolucionaria. Atacó a los girondinos en su obra Historia de los brissotinos(1793). Condenado a la última pena por Robespierre, murió guillotinado.

Educado en el Collège Louis-le-Grand, Desmoulins ejerció como abogado en la capital francesa desde 1785. Ya en sus obras La filosofía del pueblo francés(1788) y Francia libre (1789), que contribuyeron al desarrollo del clima prerrevolucionario, se puso de manifiesto su adhesión incondicional a la revolución. Tras la dimisión de Necker, arengó al pueblo con sus discursos y figuró entre los promotores y jefes de la insurrección del 14 de julio, aun cuando se mostrará moderado en el Discours de la Lanterne aux Parisiens. Con el estallido de la Revolución francesa, sus escritos y discursos, de ideología opuesta a los girondinos y próxima a los jacobinos, ejercieron gran influencia.

Entre 1789 y 1791 publicó el periódico Las revoluciones de Francia y del Brabante, dedicado a esclarecer la idea revolucionaria. El primer número apareció el 28 de noviembre de 1789, es decir, al comienzo del movimiento revolucionario francés. En el número 73, la publicación cambió el título primitivo por otro más explicativo: Révolutions de la France et des royaumes qui demandant une Assemblée national et arborant la cocarde, mériteront une place dans les fastes de la liberté. El último número, el 86, apareció en julio de 1791, después del episodio del Campo de Marte, cuando Desmoulins se vio obligado a presentar su dimisión como periodista.

Las revoluciones de Francia y del Brabante constituyen uno de los documentos más notables de la literatura política francesa, imprescindible para penetrar en el espíritu de aquellos tiempos y reconstruir su historia. No se trata de un diario de noticias, sino de una serie de elocuentes panfletos de carácter brillantemente erudito, que expresan las peripecias de la opinión revolucionaria y atestiguan la cualidad de orador apasionado y a menudo virulento de Desmoulins.

Próximo a Robespierre en los inicios de la Revolución, Camille Desmoulins acabaría por decantarse por la moderación que representaba Danton, quien lo nombró secretario general del ministerio de Justicia tras su participación en la revolución de 1792. Con Danton cofundó asimismo el club de los Cordeliers. Participó en la demanda de abdicación del rey, fue elegido diputado de la Convención y, con los violentos ataques contenidos en obras como Fragmentos de una historia secreta de la Revolución(1793) e Historia de los brissotinos (1793), contribuyó a la condena de los girondinos y de su jefe Brissot.

El libelo Historia de los brissotinos (como también se llamaba a los girondinos por el apellido de su líder) era una violenta requisitoria que señalaba su política como una traición a la revolución, y recogía todas las murmuraciones que corrían contra cada uno de los hombres del partido, acusándolos de traidores y de haber pactado con las potencias extranjeras enemigas de la revolución. El libro contribuyó a hacer impopular a la Gironda y a empujarla a la catástrofe, con espanto del propio Desmoulins, quien sintió vivamente su parte de responsabilidad moral en el trágico fin de los hombres que atacó, por no haber sabido calcular las consecuencias de la ruina de un partido que representaba una fuerza moderadora de aquel Terror que acabaría por derribarle a él mismo.

A partir de 1793 editó el periódico revolucionario Le Vieux Cordelier, contra los partidarios de Hébert. Aunque defendió la indulgencia respecto de estos últimos, Desmoulins, que se había mostrado partidario de detener el Terror jacobino, se vio luego arrastrado por la caída de Danton y fue procesado y finalmente guillotinado por orden de Robespierre. Es célebre la respuesta que dio al preguntársele la edad: “Los años del sans-culotte Jesús, fatales para los revolucionarios”. El 6 de abril de 1794 murió con Danton en la guillotina.

MARQUÉS DE LA FAYETTE

Marqués de La FayetteMarqués de La FayetteLa Fallete invitando a Connor a París

(Marie Joseph Paul Yves Roch Gilbert Motier, marqués de La Fayette o Lafayette; Chavaniac, Auvernia, 1757 – París, 1834) Militar y político francés. Este joven y rico aristócrata, oficial del ejército de Luis XVI, dejó pronto el ejército y se interesó por la ideología política liberal. Tuvo una intervención destacada en la Guerra de la Independencia de las trece colonias británicas de Norteamérica: primero organizando un cuerpo de voluntarios para combatir junto a los insurgentes americanos, por iniciativa propia y contraviniendo las órdenes del rey (1777), en 1777 se presenta voluntario para viajar a América y participar en las guerras americanas; luego contribuyendo a intensificar la intervención oficial de su país en apoyo de los revolucionarios (1779); y, finalmente, mandando las tropas francesas que colaboraron con el ejército de Washington contra los británicos, tarea en la que obtuvo la decisiva victoria de Yorktown (1781). En Assassin’s Creed III forma parte del bando de George Washington.

Terminada la guerra en 1783 con la independencia de Estados Unidos de América, La Fayette regresó a Francia. En 1789 fue elegido diputado por el brazo nobiliario para los Estados Generales de los que surgió la Revolución. Adherido desde el comienzo a la causa revolucionaria, su prestigio como defensor de la libertad en la pasada guerra contra Gran Bretaña hizo que fuera nombrado presidente de la Asamblea Nacional y comandante de la Guardia Nacional.

Durante los primeros años de la Revolución el «héroe de dos mundos» fue muy popular, al encarnar a la nobleza liberal y el brazo armado del nuevo régimen; pero tuvo también un papel de moderador, defendiendo el mantenimiento de la monarquía constitucional e impidiendo los ataques contra la familia real. En 1791 fue él quien trajo a París al rey Luis XVI, sorprendido en Varennes cuando intentaba huir de Francia; pero fue también él quien ordenó disparar sobre las masas de manifestantes que, como consecuencia, pedían su destronamiento (matanza del Campo de Marte).

Tras la formación del régimen republicano de la Convención (1792), La Fayette dio la razón a quienes dudaban de su lealtad, al huir de Francia después de haber fracasado en el intento de sublevar a sus tropas en favor del rey. Sin embargo, los enemigos de Francia en aquel momento no le acogieron como un aliado y le mantuvieron prisionero, primero en Prusia y luego en Austria; fue Napoleón quien obtuvo su liberación tras derrotar a los austriacos en 1797.

Durante la época del Imperio se mantuvo al margen de la política; pero más tarde contribuyó a forzar la abdicación final de Napoleón (1815) y encabezó la oposición liberal contra Luis XVIII y Carlos X. Durante la Revolución de 1830, la aclamación de las masas le llevó de nuevo al mando de la Guardia Nacional. Desde aquel puesto apoyó el acceso al Trono de Luis Felipe de Orleans; pero volvió a las filas de la oposición tan pronto como comprobó que con la «Monarquía de Julio» no se realizaban sus anhelos de libertad política (1831-34).

JEAN-PAUL MARAT

jean-paul_marat_5Marat

(Boudry, Francia, 1743-París, 1793) Político francés. Nació en el seno de la humilde familia Mara, de origen sardo, de la que tomó su apellido. Estudió medicina en París y se doctoró en Londres, donde en 1774 publicó en inglés The Chains of Slavery, obra en la que critica a la monarquía ilustrada. De este período datan sus primeros contactos con la francmasonería.

Al estallar la Revolución Francesa aumentó su exaltada propaganda de la misma, lo que le granjeó no pocas amonestaciones y enemistades. La publicación del periódico L’Ami du Peuple, plataforma de sus ideas sobre la libertad de expresión y la condena del Antiguo Régimen, lo llevó a prisión por primera vez.

Como miembro del club de los cordeliers, dirigió fuertes ataques contra el ministro Necker, La Fayette y el rey Luis XVI cuando éste trató de huir de Francia. Sus virulentas críticas le obligaron a exiliarse en Londres en dos ocasiones. Sin embargo, sus ideas y su defensa de los derechos del pueblo lo convirtieron en un personaje muy apreciado y popular.

En 1792 tomó parte en las matanzas de septiembre y fue elegido miembro de la Convención y de la Comuna de París, pero tropezó con la animadversión de los girondinos al incitar al pueblo a usar la fuerza y reclamar la dictadura. Cerró su antiguo periódico para publicar el Journal de la Republique Française, y consiguió los votos necesarios para enviar a Luis XVI a la guillotina.

Durante la crisis de la primavera de 1793, los girondinos consiguieron que la Convención le acusase de incitar al pueblo a la violencia, pero fue declarado inocente. La caída definitiva de los girondinos se produjo el 2 de junio de 1793, pero Marat, enfermo y exhausto tras años de lucha, abandonó la Convención. Poco después, el 13 de julio, fue asesinado por la girondina Charlotte Corday.

CHARLOTTE CORDAY: EL ÁNGEL ASESINO

Charlotte Corday

(1768-1793). En el verano de 1793, la Revolución Francesa había tomado un camino violento y radical. En aquellos tiempos se vivió el período revolucionario conocido como el Terror. Extremistas jacobinos consiguieron hacerse con la Guardia Nacional y eliminar de la escena política a los girondinos, representantes de las posturas más moderadas. El 13 de julio de aquel año terrible, una joven de orígenes aristocráticos asesinaba a uno de los líderes más carismáticos de los denominados jacobinos, Jean-Paul Marat. Charlotte Corday quiso así terminar con el Terror en Francia pero conseguiría todo lo contrario.

El 9 de julio de 1793, dispuesta a llevar a cabo su cometido, Charlotte Corday marchó de Caen y se dirigió a París. Tras alquilar una habitación en el Hôtel de Providence se dirigió a la Asamblea Nacional para encontrar a Marat. Como allí no estaba el jacobino, Charlotte se presentó en su casa. Tras varios intentos por conseguir una entrevista con el periodista con el pretexto de que iba a facilitarle los nombres de los principales miembros de La Gironda dispuestos a organizar un levantamiento, consiguió acercarse a él.

Marat, el líder jacobino, trabajaba sumergido en una bañera debido a una enfermedad que sufría en la piel. Con una tabla de madera, se ayudaba para escribir sus textos revolucionarios.

Charlotte Corday no dudó y clavó un cuchillo en el cuerpo enfermizo de Marat. Murió en el acto. La joven girondina fue detenida e interrogada. Cuatro días después, el 17 de julio de 1793, fue ejecutada en la guillotina. Fue enterrada en el cementerio de la Madeleine.

En sus últimos momentos defendió su acto asegurando que mataba a un hombre para salvar a cientos. Pero el asesinato de Marat no resolvió los problemas, más aún, los agravó. Los jacobinos iniciaron un periodo de “Gran Terror”, se suspendieron las garantías constitucionales y aumentaron las persecuciones contra aquellos que no defendían sus ideas republicanas y democráticas. El asesinato de Marat lo convirtió en un mártir de la revolución y provocó un  endurecimiento de la política montañesa ante el empeoramiento de la crisis política.

Cincuenta años después, el escritor francés Alphonse de Lamartine relataría su historia y la denominaría el ángel asesino.

HONORÉ GABRIEL RIQUETTI, CONDE DE MIRABEAU

conde de Mirabeau

9 de marzo de 1749, castillo de Le Bignon, Nemours – 2 de abril de 1791, Conde de Mirabeau, fue un revolucionario francés, escritor, diplomático, francmasón, periodista y político, entre otras cosas.

La difícil relación con su padre determinó su duro ingreso en el ejército. Victor Riquetti no quiso comprarle un cargo a su hijo y, en consecuencia, este se dedicó a acumular deudas. Tras una intriga con la amante de su coronel de regimiento, se fugó a París siendo arrestado y encarcelado en la Isla de Ré. Sería la primera vez que este Marqués visitaba la prisión.

Al cabo de poco tiempo, fue liberado y se sumó a la expedición de la isla de Córcega para luchar contra el general corso sublevado Paoli. Después de regresar de esta expedición, en el año 1772, contrajo matrimonio con Emilie de Marignane, hija del marqués de Maignani. Emilie no tenía dote, pero esperaba heredar una gran fortuna. Con la ilusión de una gran herencia en mente, Honore Gabriel empezó a dilapidar una fortuna de la que todavía no disponía, hasta acumular grandes deudas en la provincia de Aix. Fue su padre quien, viendo la escandalosa situación de su hijo, interpuso una demanda de prohibición contra él ante los tribunales. El Marqués volvía a la cárcel.

Su liberación llegaría poco tiempo después, pero esta sería restringida, sólo podía moverse con libertad por su residencia. Ante esta perspectiva, Honoré Gabriel se fugó y fue a reunirse con su hermana, la marquesa de Cabris. En la localidad de esta, volvió a protagonizar escándalos: se batió en duelo con un notable local y fue perseguido por su padre quien, nuevamente, lo enviará a prisión. Esta vez, será preso en un fuerte y podrá beneficiarse de un régimen de libertad limitada gracias al favor del gobernador. Durante este periodo, frecuentará salones y se enamorará de la Marquesa Sophie de Joux de Monnier, joven esposa del presidente de la Corte de Cuentas de Dôle.

En esta época escribirá su Ensayo sobre el despotismo, de cuyo texto importa retener estas líneas: “(…) el despotismo es una manera de ser, horrenda y convulsiva. El deber, el interés y el honor ordenan resistir a las órdenes arbitrarias del monarca, y de arrancarle el poder con cuyo abuso puede destruir la libertad, si no existen recursos para salvarla (…). El rey es un asalariado, y el que paga tiene el derecho de despedir al que es pagado.”

Aunque la publicación de este ensayo fue anónima, pronto descubrieron que Honoré Gabriel era su autor y él huyó para evitar nuevamente la cárcel. Durante este tiempo perseguirá a la Marquesa de Monnier, quien había vuelto a Dijon junto con su familia para protegerse del marido al que había dejado por el Marqués de Mirabeau.

DIPLOMACIA Y ESPIONAJE

En 1785 partió hacia Prusia encargado de una misión especial para un ministro francés que pretendía operar un reacercamiento franco-prusiano a instancias del rey Luis XVI. El rey prusiano, Federico II rechazó la proposición que hacía llegar desde el ministerio. Sin embargo, a la muerte de este, Honoré Gabriel ofreció sus servicios al sucesor y sobrino de aquel, el rey Federico-Guillermo II, y en una carta abierta le propuso reformas políticas del orden del liberalismo, la gratuidad de la justicia y el derecho al empleo y a la educación. Despechado por la falta de interés del monarca, se vengó publicando una “Historia secreta de la corte de Berlín”, sátira del despotismo ilustrado. A esta publicación le siguió “La educación de Laura”, libro que podría parecer a primera vista la sencilla carta que una amiga le escribe a otra, pero que encierra un voluptuoso relato sobre la iniciación sensual y sexual. Nietzsche alabaría posteriormente el libro argumentado que este trataba acerca de todo aquello que les estaba prohibido hablar y sentir a la mujeres nobles en la época del Marqués de Mirabeau.

Escribió una memoria sobre Moses Mendelssohn y sobre la reforma política de los Judíos, e hizo gestiones para participar en la Asamblea de los Notables, celebrada en 1788, en la que su candidatura fue rechazada.

A partir de 1789, hizo campaña contra los privilegios en Provenza, convirtiéndose en un personaje muy popular entre los pobres. Fundó El Correo de Provenza y se unió a la Sociedad de “Los Amigos de los Negros”, publicando varios escritos que denunciaban las injusticias ligadas a los privilegios. Posteriormente, fue elegido diputado del Tercer Estado, tanto por Marsella como por Aix, y optó por esta última. En París, intentó sin éxito llegar a un entendimiento con otros diputados. Finalmente, 17 de agosto, presentó un proyecto de “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” y, el 19 de septiembre, hizo votar la “contribución patriótica”, apoyando la nacionalización de los bienes del clero.

Su capacidad de oratoria, el respaldo de las clases populares y sus actuaciones políticas, le empujaron a presentarse a Candidato de los Estados Generales en 1789. No fue elegido por sus pares, pero el Tercer Estado de Aix-en-Provence sí votó a favor de Honoré Gabriel y él consiguió su silla en los Estados Generales. Allí, su reivindicación de la nación provenzal y sus Cartas del Marqués de Mirabeau (1789) le colocaron en el centro de la política francesa. Su brillante oratoria y su trabajo en defensa del Tercer Estado acabaron por convertirle en presidente de la Asamblea Nacional Constituyente desde la que intervendría en cuestiones políticas fundamentales como la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, el Veto Real, la Ley sobre la Declaración de Guerra y la Constitución Civil del Clero.

Partidario de una monarquía constitucional fuerte y de peso, donde el poder del rey pudiera contrarrestar el de la Asamblea, defendió las prerrogativas reales, entre las cuales el derecho de “veto”. En octubre de 1789 entregó al rey una memoria en la que le aconsejaba partir para Rouen. Deseoso de acceder a una cartera ministerial, la Asamblea votó contra él, el 7 de noviembre, un decreto que prohibía la acumulación de los mandatos de diputado y de ministro en la misma persona. A partir de entonces, se mostró partidario de medidas extremistas y sometió al rey un ambicioso plan de corrupción y de propaganda, destinado a crear una violenta agitación social. El rey abandonaría entonces París, disolvería la Asamblea y haría un llamamiento a la Nación, llegando incluso a aplastar la capital mediante un bloqueo y la hambruna. Mientras tanto, de cara a la galería, el Marqués de Mirabeau mantenía sus discursos liberales ante la Asamblea.

Aún combatiendo el absolutismo, Mirabeau era sin embargo un defensor de un poder monárquico constitucional inspirado en el modelo británico. No pudiendo acceder a las carteras ministeriales, se convirtió en el consejero secreto de Luis XVI a partir de mayo de 1790. Pese a sus exhortaciones, jamás fue escuchado y su doble juego fue prontamente denunciado. Pese a todo, su popularidad era aún inmensa cuando le sobrevino prematuramente la muerte el 2 de abril de 1791, sentida ésta como un luto nacional.

Su cuerpo fue pomposamente sepultado en el Panteón, en una de las ceremonias primeras de la exposición de cadáveres en la Revolución. Fue retirado de allí, en 1793, cuando se descubrieron los papeles del armario de hierro de Luis XVI, que probaban su familiaridad con los reyes y su percepción de una pensión de manos del soberano. Es conocido como uno de los espías más conocidos de Francia.

GEORGE JACQUES DANTON

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Político de la Revolución francesa (Arcis, Aube, 1759 – París, 1794). A partir del estallido de la Revolución en 1789, este joven abogado se erigió como líder de las masas populares de París, con las que conectó gracias a su oratoria llana, su energía desbordante y su carácter vitalista.

Fue uno de los animadores del Club de los Cordeliers,aunque mantenía contacto con el de los Jacobinos. Apenas había entrado en la Administración revolucionaria de París cuando el intento de huida de Luis XVI a Varennes le hizo apoyar las peticiones de instaurar la República (1791); pero escapó a la represión sobre el movimiento republicano huyendo a Inglaterra y atrayéndose así las primeras acusaciones de inmoralidad.

A su regreso se convirtió en uno de los inspiradores de las jornadas revolucionarias de 1792 que dieron paso al régimen de la Convención; al principio ocupó en dicho régimen un papel político preponderante, teóricamente como ministro de Justicia, pero en la práctica actuando como un verdadero jefe de gobierno. Elegido diputado por París, se alineó con el radical partido de la Montaña, si bien sus ideas le inclinaban más bien a un compromiso con los rivales girondinos.

En 1793 propuso la creación de un sistema de Comités que ejercerían el poder ejecutivo ante la situación de emergencia creada por las amenazas interiores y exteriores contra el régimen revolucionario. Él mismo llegó a presidir el más importante, el Comité de Salvación Pública; sin embargo, tres meses más tarde fue expulsado y sustituido por Robespierre, dando comienzo un periodo de dictadura revolucionaria de los «montañeses».

Danton -que había apoyado la concesión de poderes especiales al Comité- se opuso a esa dictadura y a la sangrienta represión que lanzó contra toda clase de disidentes (conocida como el «Terror»); argumentando que las victorias militares obtenidas por los ejércitos revolucionarios en 1793 hacían ya innecesarias las medidas de excepción, organizó una campaña política en favor de la clemencia y de la aplicación de la Constitución.

Danton había sido acusado de corrupción y de cobardía por los girondinos, pues había aprovechado su influencia política para enriquecerse y se había ausentado cada vez que se acercaba el peligro; su talante de vividor volvió a quedar de manifiesto cuando, tras enviudar, tomó por esposa a una joven de 16 años y se retiró algún tiempo de la política. Los hombres de Robespierre y de Saint-Just (los Jacobinos) aprovecharon esta imagen de hombre sin escrúpulos para atacar a Danton y a sus partidarios (los «Indulgentes»); detenidos por el Comité de Salvación Pública, fueron juzgados por un Tribunal revolucionario y guillotinados a la semana siguiente.

Aunque nunca hizo explícito su programa de gobierno, Danton ha quedado para la historia como el símbolo de la Revolución en su aspecto puramente liberal, burgués, republicano, clemente y a la defensiva, mientras que Robespierre se relaciona con la fase más social y agresiva del proceso; pero en ese contraste, Danton queda también como el político corrupto frente a la integridad de Robespierre.

Georges Danton fue sometido a juicio por el Tribunal Revolucionario y murió guillotinado en la Plaza de la Concordia de París el 5 de abril de 1794.

JACQUES RÉNÉE HÉBERT

Jacques Rénée Hébert

Revolucionario francés. Nació el 26 de octubre de 1759 en la localidad de Arcis-sur-Aube. Hijo de un procurador.

Tras formarse como abogado se traslada a París, donde contrajo matrimonio con la hija de un hombre acaudalado. Gracias a un préstamo compró una prestigiosa posición legal y lleva una vida acomodada.

Al inicio de la Revolución Francesa en 1789, se dedica a la política y es presidente del club de los Cordeliers, radicales parisinos. En el año 1791 recayeron sobre él sospechas de que aceptaba sobornos de los monárquicos. Ocupó un cargo en una pequeña ciudad y no se convirtió en una figura relevante hasta la caída de la monarquía en 1792.

Fue ministro del gobierno provisional y elegido miembro de la Convención Nacional, en la que recibió ataques de los moderados, conocidos como girondinos. El conflicto se resolvió con la caída de los girondinos en junio de 1793. Trabajó en el Comité de Salvación Pública, el órgano ejecutivo de la República Francesa, aunque fracasó en su intento de acabar con la guerra entre Francia y las monarquías europeas a través de canales diplomáticos. Su aliado Robespierre, emergió como figura central del Comité. La jefatura de la República se encontraba desmembrada en 1794 debido a los conflictos entre los grupos y las acusaciones de traición. Fué el ideólogo del gobierno del Terror de Robespierre.

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La REVOLUCIÓN llega a su fin con la llegada al poder de Napoleón Bonaparte en 1799. En la tercera y última parte de esta serie de artículos, además de otros personajes relevantes, tendréis la vida y obra de Napoleón. Será él con quien pondremos punto y final a esta enumeración de personajes y de acontecimientos que podremos encontrarnos en el nuevo Assassins Creed Unity.

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Por lobeznno

0 comentarios en «Personajes influyentes de la Francia del siglo XVIII y la Revolución Francesa (Parte 2 de 3): Assassins Creed UNITY»
  1. Muchas gracias, por la información.

    Ya estoy, empezando a ahorrar, para este gran video juego, de esa gran saga: “Assassin´s Creed”.

    Saludos Cordiales.

  2. Gracias a ti por el comentario. Siempre se agradece ver que a la gente le gustan nuestros artículos o publicaciones.
    Lo de ahorrar, aun quedan por conocer las ediciones coleccionistas, el merchandising, uffff. Miedo me da!. 🙂

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