Al comienzo de cada entrega de Assassin’s Creed, el jugador desconoce los retos que le aguardan y sus manos aún no dominan los movimientos necesarios para vencer a los enemigos más difíciles. Sin embargo, a medida que avanza el juego, una de las mayores recompensas supone poner en práctica la destreza y el control que has perfeccionado.
Nos entusiasma aprender habilidades de combate y dominar métodos avanzados de parkour gracias a los mentores. De la misma manera, la capacidad de sobrevivir bajo el agua en Black Flag puede convertirse en algo natural con el tiempo.
Para ilustrar el modo en que Edward Kenway vence su miedo a lo desconocido en las profundidades marinas, podemos fijarnos en la relación de Connor con la frontera en Assassin’s Creed III. Al principio, Connor se esfuerza por atravesar los peligrosos bosques mientras sufre el acoso de los osos. Sin embargo, tras cierto tiempo junto a él, nuestras capacidades nos permiten superar todas las dificultades. Y de ahí en adelante, el placer que supone disfrutar de la belleza natural de un entorno que se nos antojaba extraño y hostil no tiene parangón en el mundo del entretenimiento interactivo.
Flotando en las ingrávidas aguas del mar Caribe, el Assassin se convierte en dueño y señor de todo lo que le rodea.