El imperio Español dirigió su comercio usando monedas hechas de metales preciosos, la plata de los Reales de a Ocho y, por supuesto, el oro de los Doblones.
El objeto más codiciado por la avaricia de los piratas era el doblón, que solía ser de siete gramos de oro macizo con el determinado valor de dos escudos. Se piensa que el nombre surge de la palabra española doblón, que significa doble.
Los doblones fueron acuñados en España, Perú, Méjico y Nueva Granada, como se llamó al extremo norte de Sudamérica en la Edad de Oro. Como los Reales de a Ocho, los Doblones eran normalmente usados por otras naciones para el comerciar, muchas de las cuales crearon sus propias versiones de las monedas. El proceso de creación de los Doblones era rudimentario. Las monedas se cortaban de unas bandas laminadas de oro fundido y después se las golpeaba contra un troquel grabado con el diseño previsto. Cualquier exceso de peso era rápidamente retirado a mano, por lo que en a menudo las monedas eran deformes.
España continuó usando Doblones hasta mediados del siglo XIX, aunque se mantuvieron en circulación por algo más de tiempo en sus antiguas colonias. Hoy en día los Doblones originales se venden por miles de dólares. Afortunadamente, hay disponible replicas convincentes por una fracción del precio de las originales.
Los piratas, sin embargo, no se preocupaban por la posteridad o el valor de invertir en el futuro, e indudablemente veían cada galeón español cargado de Doblones como el día de paga esperando ser reclamado. Aunque si Edward Kenway tiene el coraje o no para echar mano a semejante botín, eso es algo que aún está por ver…
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Traducción por Meilin Rodríguez
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