Oficialmente, la Orden de los Caballeros del Temple se fundó en 1129, pero hemos perdurado, con distintas denominaciones, desde mucho antes del siglo XII.Estuvimos presentes cuando Cleopatra reclamó su derecho de nacimiento, cuando Alejandro Magno forjó su imperio y cuando Jerjes envió a sus ejércitos a aplastar a los griegos.
A lo largo de los siglos, numerosos e ilustres individuos han dirigido nuestra orden, pero los lideres más excepcionales siempre han sido hombres de ciencia, como Silvestre II. Por desgracia, se solia recelar de tales hombres y, al menos en Europa, los tachaban de herejes por el conocimiento que poseían.
Bernardo de Claraval, una de las figuras más respetadas de toda la Cristiandad, comprendió que nuestra orden necesitaba a la Iglesia como aliada. Envió a nueve hombres de confianza a Tierra Santa en busca del Templo de Salomón. A su regreso, nueve años despues, Bernardo reinventó nuestra orden.
Con el gran maestre Hugo de Payens, Bernardo creó la regla latina, logró el apoyo de la Iglesia y se aseguró de que la orden lograra el reconocimiento y la confirmación durante el Concilio de Troyes de 1129. Por primera vez en su larga historia, nuestra orden se hizo pública, aunque su verdadero y mas noble propósito siguiera siendo secreto.