Roma – Cap.3

Italia – 1501-1503 – Francesco Vecellio

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=ivDVHxpe_Mw]

BIEN ADAPTADO

Cuando murió mi maestro me enviaron a entrenar con Ezio Auditore. Es un hábil Asesino de Florencia que ha llegado a dirigir la Hermandad en Roma. Luchamos contra César Borgia, que, junto con su despreciable familia, controla tanto la Iglesia como la ciudad.

Baile

RomaTRES 1

Ezio me ha enseñado lo básico para ocultarme entre la multitud, cómo moverme entre la gente. Hoy me pide que interactúe con ellos. Ha enviado varios de sus ladrones a las calles y los ha marcado con insignias verdes. Tengo que robarles la bolsa del dinero sin llamar la atención sobre mí mismo. Suena bastante sencillo…
Veo al primer mercenario. Lleva un blasón verde prendido en la capa. Le acecho, cambio de un grupo a otro ganando terreno poco a poco. Por fin me dirijo hacia él y le aparto la capa. No me ha visto, pero no encuentro la bolsa. ¿Es esto parte de la lección?
Otro mercenario sin bolsa. Miro a los tejados en busca de Ezio, pidiendo una explicación. No le veo.
Ahí hay otra ladrona. Es muy rápida. Apenas veo cómo hurta la bolsa a otra víctima. Sigo a la ladrona.
Mi rival observa su siguiente objetivo. Yo estoy más cerca. Me acerco a ella, la empujo contra él y consigo una bolsa con dinero. Me deslizo entre la gente antes de que se dé cuenta de lo que he hecho.
Veo a la otra ladrona según pasa corriendo a mi lado. Vuelve con Ezio, sin duda. ¿Será otra alumna? Mi pequeño consuelo es que he desbaratado su juego perfecto.
Vuelvo con Ezio, para presentarle los despojos que he recuperado. Cuando busco la bolsa, veo que me la ha quitado. Ezio se ríe, me pide disculpas, y me pregunta qué he aprendido. Le digo que no siempre puedo ser el depredador. Asiente.

El Camino Principal

RomaTRES 2

Ezio va a enseñarme a escalar muros con rapidez y a saltar por los tejados de Roma. He practicado un poco, pero no llego a tener la velocidad de mi nuevo maestro. Ni siquiera he terminado mi pregunta y ya ha subido el muro. Me esfuerzo por estar a su altura.
Ezio se agarra a la cornisa del tejado y se impulsa hacia arriba. Intento imitar su movimiento, pero casi resbalo.
Veo cómo Ezio se mueve por tres tejados. Siempre mueve la cabeza en busca de la ruta más fácil hacia el siguiente aterrizaje. Sabe cuál será su próximo movimiento antes de pisar. Le sigo, imitando sus movimientos. Soy torpe, pero la técnica empieza a gustarme.
Una flecha golpea mi hombro. La quito y me escondo para evitar que vuelvan a alcanzarme. La punta es acolchada, casi roma. ¿Una flecha de entrenamiento? Me asomo y mi atacante me dispara otra flecha directa a la frente. Le maldigo. Ezio me grita que siga moviéndome.
Me levanto y voy pisando con cuidado mientras corro al siguiente tejado. Busco al arquero y le veo a dos edificios. Voy a la carga.
Sus disparos son certeros, pero lentos. El peso del acolchado entorpece su precisión y por ello duda antes de disparar, pero ha aprendido a compensarlo. Aun así, preveo los disparos y me muevo adecuadamente.
Salto entre los edificios y al fin alcanzo el tejado donde se encuentra mi atacante. Me lanza una flecha a la rodilla. Me hace perder el equilibrio y me tambaleo. Ezio trepa por la pared y me agarra de los pies. Está sonriendo.

Hombre Renacentista

RomaTRES 3

Ezio me ha enseñado a usar varios de nuestros dispositivos más complejos, pero le he suplicado que me permita acceder al arma que oculta en la manga. Me dice que aún no estoy preparado, pero que me mandará con un amigo que fabricará algo similar, por un precio, claro. Un precio muy alto.
Espero en un banco con la capucha puesta. Llega un hombre que también oculta su identidad. Le digo que soy Francesco y él se presenta como Leonardo da Vinci. Un nombre muy respetado en Roma.
Me pregunta qué quiero que fabrique. Le digo que me gustaría un arma oculta para la manga, pero niega con la cabeza. Ezio le ha avisado de que pediría algo así.
Le pregunto si puede crear algo similar. Más ligero y silencioso. Me sugiere una hoja oculta, pero ya tengo una.
Le pregunto si me puede armar con un virote bajo la muñeca. Cavila un instante y dice que es posible, pero caro. Tendrá que crear virotes especiales. Su alcance será corto y tendré que recargar. Le pregunto si puede hacer dos.
Le pregunto si puede crear algo similar. Más ligero y silencioso. Me sugiere una hoja oculta, pero ya tengo una.
Le pregunto si me puede armar con un virote bajo la muñeca. Cavila un instante y dice que es posible, pero caro. Tendrá que crear virotes especiales. Su alcance será corto y tendré que recargar. Le pregunto si puede hacer dos.
Le pregunto por otros artilugios. Leonardo dice que vende algunos. Discretamente, claro.
Leonardo me desea una buena noche y se marcha. Qué hombre tan raro; le interesan el arte y los inventos más que la política. Algún día me dedicaré a crear, a pintar, pero ahora no. De momento, soy un soldado en el frente.

Cartas Marcadas

RomaTRES 4

Ha durado semanas y aún me duele todo, pero mi entrenamiento terminó. Ezio me dice que debo aprender más de la experiencia. Desde hoy me encargará misiones por toda Italia. Estoy ansioso por empezar. Cada día que paso entrenando, César Borgia se vuelve más fuerte.
No iré solo. Ezio me dice que cada misión la llevará a cabo un grupo de aprendices. Me asignarán a un equipo principal y dirigiré las misiones. Elegiré a los demás miembros de mi equipo principal.
Mi primera elección es el arquero que se ensañó conmigo en los tejados. Cipriano Enu. Su piel de color ébano delata que es extranjero. La cruz brillante de su cuello tal vez evite que le persigan en Roma por razones religiosas. Me toca la magulladura de la frente con los dedos y me pide perdón.
Camino ante los aprendices y una mujer me arroja una bolsa de monedas. Me dice que yo la vi primero. Le pregunto su nombre. Tessa Varzi. Sin que nadie la invite a hacerlo, se coloca junto a Enu.
Algunos aprendices evitan el contacto visual, y eso indica que no están preparados para una misión real. Les ahorro la humillación.
Sin duda, muchos de estos hombres ya son más hábiles que yo, pero esto no es un concurso. Reúno al mejor equipo posible.
Estamos preparados. Aunque no usaremos todo el equipo para cada misión, hay un nutrido grupo listo para ayudarnos si es necesario. Ezio está impresionado con mis elecciones y dice que él habría escogido a los mismos. Nos recuerda la doctrina. Nos agradece que defendamos lo que es justo.

TENEMOS NUESTROS MÉTODOS

La Hermandad tiene muchos medios para equipar a sus soldados. Lo que no tenemos, lo cogemos de los enemigos o lo conseguimos ayudando a nuestros aliados. Mientras Ezio lucha contra los Borgia aquí en la Romaña, nosotros debemos reforzar nuestros suministros y mermar los de ellos

Abajo con los Barcos

RomaTRES 5

César sigue destituyendo nobles y reclamando sus territorios. Podemos hacer que estas conquistas sean menos rentables para los Borgia. Iacopo Appiano, señor de Piombino, fue expulsado de su ciudad portuaria. Él nos dice que César carga su botín en navíos mercantes hacia Roma. Los sabotearemos.
Llegamos al puerto de Piombino sin problemas. Nos acercamos a los barcos al amparo de la oscuridad.
Los mercenarios de los Borgia son muy confiados. Aquí no han encontrado oposición y hay pocos guardias despiertos. Por suerte.
Indico a Enu que acabe con los guardias en silencio. Coloca largas flechas en su extraño arco y dispara cuatro veces. Cuatro disparos, cuatro muertos. Esperamos unos minutos por seguridad y avanzamos al primer barco.
Enu hace guardia en la cubierta y Tessa y yo vamos abajo. Ella es eficaz. Va de cama en cama cortando gargantas. Yo les mantengo en silencio. Mueren en cuestión de segundos.
Indico a los demás que ayuden. Nos llevamos todos los objetos de valor que podemos y dejamos el barco. Enu lanza una antorcha a la bodega y cargamos con el botín de vuelta al carruaje.
Recogemos el mayor botín posible de los barcos de Piombino y hundimos el resto. Queda mucho que los Borgia pueden saquear, pero les hemos dejado un buen caos en el puerto para obstaculizarles.

Inmigración

RomaTRES 6

Nuestros contratos pronto nos llevarán a los confines de Italia y más allá. Necesitaremos disfraces, documentos y moneda extranjera. Aunque conocemos cada detalle sobre nuestros objetivos y sus ubicaciones, necesitamos un falsificador hábil que se ocupe del resto. Por suerte, contamos con uno.
El hombre nos saluda cuando entramos en su casa. Enu sonríe y se adelanta. Por la forma de darse la mano y el gesto de gratitud del africano, sospecho que ya se conocían, que el falsificador fue quien ayudó a Enu a entrar en Roma.
El falsificador nos pide que pensemos nombres para varios documentos. Se queja de que elegimos títulos demasiado complejos o difíciles de pronunciar. Por fin decidimos nombres corrientes y fáciles de olvidar para los personajes que interpretaremos.
Nos da una breve lección sobre las monedas del mundo. Nos deja cogerlas para reconocerlas por su peso y su color. Si conoces las monedas, no las estudias cuando vas a pagar. Los pequeños detalles son cruciales para dar una impresión convincente.
El viejo nos pregunta por nuestro próximo viaje y nos aconseja sobre el peinado, la barba y la ropa. Donde vamos, no se usa el calzado que llevamos ni se lleva el pelo sobre los ojos. Nuestra postura debe ser recta o aparentaremos ser de clase baja.
Prueba nuestra habilidad con lenguas extranjeras. Todos sabemos varias. Con las enseñanzas del viejo, Enu habla siete idiomas sin acento.
Transformados, salimos de casa del falsificador. Tenemos nuevas identidades y estamos ansiosos por practicar más. He comprendido la importancia de un buen disfraz, algo más que una simple capucha.

Cavando Tumbas

RomaTRES 7

Massa Marittima lleva tiempo enfrentada con la Iglesia por una mina de aluminio de incalculable valor; como represalia la Iglesia excomulgó a todos los ciudadanos. Mientras César intensifica sus esfuerzos de guerra, sus soldados viajan para reclamar la mina. Les detendremos.
César ha enviado mercenarios sin experiencia, un hatajo de trabajadores y mercaderes sin escrúpulos que quieren su parte de los cofres de los Borgia. No esperan resistencia alguna.
Preparamos una emboscada. Hay un desfiladero en el camino a Massa Marittima. Subiremos a lo alto y prepararemos a los arqueros.
Los mercenarios están nerviosos. Algunos no conocen más batallas que las del campo de entrenamiento. Hablan muy alto; oímos sus conversaciones al acercarse.
Enu dispone a los arqueros. Se asoma al borde y les indica sus objetivos. Un hombre gordo, con sombrero diminuto, barba puntiaguda y capa morada.
¡Atacamos! Todos caen de los caballos con una certera flecha clavada. Un par de ellos sobreviven, pero Tessa baja y se encarga de ellos con su lanza.
Enterramos a los hombres lejos del camino. César no recibirá ningún informe ni conseguirá el mío. Los ciudadanos de Massa Marittima nos recompensan con minerales y pensamos negociar con ellos un acuerdo a largo plazo para que nos los suministren.

Frágil

RomaTRES 8

Tessa siente pasión por los venenos. Es tan precisa en su trabajo que puede paralizar a un hombre, dormirle, hacer que se vuelva loco, que aparente estar muerto y, por supuesto, matarle de distintas formas terribles. No es fácil encontrar los ingredientes, pero vale la pena el esfuerzo.
Visitamos a médicos de Roma, que cobran precios excesivos por dosis excesivas de medicina. Tessa insiste en que valen lo que cuestan.
Cruzamos los túneles más putrefactos de Roma, donde Tessa arranca hongos que parecen estiércol de las paredes.
Dedicamos un rato a coger flores silvestres. Son hermosas, pero letales cuando se extraen sus componentes venenosos.
Observo a Tessa seleccionar frutos y brotes. Los separa según sus posibles efectos. Le digo que podría haberle ido bien como cocinera, pero me recuerda que sus preparaciones no serían muy digestivas.
Compramos minerales y Tessa los muele hasta convertirlos en polvo. Se ha tapado la cara con un pañuelo, y me sugiere que haga lo mismo.
Entiendo poco de venenos, pero Tessa me asegura que tiene todo lo que necesita para los próximos días. Envuelve unas hojas siniestras y mete frascos en su fardo.

Tregua

RomaTRES 9

Tras la muerte de mi maestro, varios de sus amigos dejaron la Orden. No nos molestan, pero ignoramos sus ambiciones. Quizá vean el peligro de dejar que César Borgia continúe con sus conquistas. Tal vez podamos hacer que vuelvan.
Seguimos a los Asesinos hasta Agnadello, donde mi maestro decidió terminar su vida. Siento remordimientos al entrar en la ciudad.
Preguntamos a los aldeanos y descubrimos un nombre conocido: Rinaldo Vitturi, el guardián del Sudario.
Vitturi nos encuentra en menos de una hora. Le pregunto por qué ha dejado la Orden. Opina que somos demasiado reservados y reacios a usar el poder que hemos hallado. Se expresa como un templario y se lo hago saber. Vacila, pero al final reconoce que tengo razón.
Los hombres de Vitturi empiezan a rodearnos. No se muestran hostiles, pero la amenaza es patente. Les indica que se retiren. Un alivio, ya que son Asesinos veteranos. Dudo que mi equipo pudiese igualarles.
Vitturi pregunta adónde hemos llevado el Sudario. No tengo la respuesta. Intuyo que ha perdido la motivación, que la han perdido todos estos hombres. Sugiero que nos ayuden a luchar contra los Borgia. Que vuelvan, y tal vez se puedan curar viejas heridas y restablecer antiguas responsabilidades.
No sé si Vitturi aceptará mi oferta. Espero que sí; no se me ocurre un lugar más seguro para el Sudario que con estos hombres.

TOXICIDAD

Ezio nos ha encomendado tareas que requieren la especialidad de Tessa. Algunas son peligrosas; otras nos colocarán en el núcleo de poder de los Borgia. Es mi ocasión de probar que merezco estar en la Hermandad. Seremos un incordio para César.

Cambio de Cuerpos

RomaTRES 10

Todos los meses César practica un repugnante deporte: alinea a los prisioneros en un patio y los mata con la ballesta desde un balcón. Interceptaremos a sus prisioneros escoltados y los liberaremos. También daremos una sorpresa a César.
Pregunto a Ezio por qué no atravesamos a César con una flecha cuando salga al balcón. No es tan sencillo. Tenemos que enfurecerle, forzarle a cometer errores y destruir su imperio. Nos enfrentamos al ejército de la Iglesia, y este no se derrumbará por la muerte de un solo hombre.
Tessa ha preparado paquetes de un fino polvo marrón para todos. No podemos abrirlos hasta que estemos listos para atacar, pero he aprendido a no hacerle preguntas sobre esos temas.
Los guardias han despejado un camino por las calles para evitar ataques. Nos viene bien, ya que así nadie nos verá acercarnos. Nos movemos sigilosos y nos lanzamos desde los tejados al callejón, detrás de la comitiva.
Grito para que los guardias se giren. Coordinados, les lanzamos el polvo a la cara. Todos caen el suelo entre convulsiones. Desatamos a los prisioneros y les decimos que huyan sin hacer ruido.
Enu corta la lengua a los guardias paralizados. Les quitamos la ropa y algunos nos ponemos sus uniformes. Tessa nos advierte de que pronto podrán andar, así que esperamos. Entonces llevamos a los guardias al patio de los Borgia y dejamos que César haga el resto.
Los guardias de César gritan y se lamentan mientras él, fiel a su reputación, se mofa y se divierte. Tiene buena puntería, y mata a todo el grupo rápidamente. No se reirá tanto cuando descubra quiénes eran.

Defender a la Duquesa

RomaTRES 11

La duquesa de Urbino, Elisabetta Gonzaga arriesga la vida para asistir al Jubileo de Borgia. Sin duda, César verá su presencia como un insulto y no dejará que esto quede así. Debemos asegurarnos de que la duquesa sale ilesa de Roma.
Encontramos sin problemas a Elisabetta caminando por las calles de Roma con su pequeño séquito. Mala señal: los Borgia también la encontrarán fácilmente. Le pedimos que nos siga, pero se fija en nuestros disfraces de trabajadores y declara que se quedará donde hay público.
Sus protestas empiezan a llamar la atención. Se acercan guardias de los Borgia. El capitán reconoce a la duquesa y la señala.
Lanzo una bomba y Tessa sigue mi ejemplo. Pincha a Elisabetta con una hoja envenenada. La duquesa protesta y grita, pero pronto cae inconsciente.
La sacamos de entre la multitud y la subimos a un carro. Nos vamos mucho antes de que el humo se despeje. De camino a la ciudad nos cruzamos con unos guardias de los Borgia, pero ni siquiera nos miran.
Subimos a Elisabetta a un carruaje con destino a Mantua. No le gustará cuando despierte, pero hemos pagado al conductor para que se encargue de que llegue a salvo.
La duquesa ha sobrevivido a su viaje a Roma y su familia seguirá luchando contra la codicia de César. Elisabetta Gonzaga será una valiosa aliada en los próximos años.

El Desafío de Barletta

RomaTRES 12

El francés Charles de la Motte cuestiona la valentía de Italia y ha convocado un torneo para probar que sus hombres son superiores. Cuestiona nuestra hidalguía. Nuestros caballeros lucharán con honor, pero nosotros no. No podemos permitir esta victoria de Francia.
Ezio no quiere que participemos en el torneo, sino que usemos los medios necesarios para debilitar al enemigo antes de que comience. Como era de esperar, Tessa se adelanta con varias ideas.
Dudo de la necesidad de nuestra misión. Ezio cree que dañará la relación entre César y Francia, que se verá obligado a elogiar a sus campeones italianos ante sus aliados franceses. Charles de la Motte, que participa en el torneo, es templario.
Solo un guardia vigila el ejército de la Motte mientras duerme. Han cabalgado mucho y él está tan cansado como todos. Está distraído, y aprovechamos la ocasión para entrar en su campamento.
Espolvoreamos sus provisiones con pequeñas dosis de veneno. Tessa me asegura que los franceses recibirán una dosis suficiente para rendir poco en el torneo.
El guardia camina hacia el campamento antes de que salgamos. El plan amenaza con fracasar, pero Enu distrae al guardia con un extraño grito animal.
Los italianos han derrotado a sus enemigos franceses. Nuestros caballeros lucharon con tal fuerza que habrían vencido incluso sin el efecto del veneno en los enemigos. La victoria se consideró justa y los franceses se retiraron enseguida.

Promesa Incumplida

RomaTRES 13

Con la muerte de Marco Barbarigo, la Hermandad deja Venecia a cargo de Agostino Barbarigo, que juró evitar el camino de corrupción de sus hermanos y sus lazos con los Borgia. Pero faltó a su promesa y corteja a los Borgia. Es famoso por su ambición, sus chantajes y por comprar la justicia. Debe responder por ello.
Para enviar una auténtica amenaza al sucesor de Agostino, pretendemos que cunda el pánico. Acabaremos con su seguridad y él mismo dará ejemplo.
La primera carta que entrega Tessa es solo un insulto. Un anónimo. Seguimos a Agostino por la ciudad mientras pregunta a sus amigos para intentar comprender el mensaje.
La segunda carta le avisa de que “viejos amigos” han venido a cobrar una deuda. Aterrado, visita a varios prestamistas y mercenarios de la ciudad. Paga las deudas pendientes y pide disculpas por su retraso.
La tercera carta es una amenaza directa. Le aconseja que vigile el cielo porque pronto caerá sobre él. Se encierra dos días sin atreverse a salir y grita hacia los tejados, pero no nos ve. Se extiende el rumor de que le persiguen.
La última carta es solo una despedida.
Tessa ha envenenado a Agostino en pequeñas dosis en polvo con cada carta. Pronto estará muy enfermo y al final morirá. Nos aseguraremos de que su sucesor reciba un aviso sobre quiénes le son leales.

A DISTANCIA

La puntería de Enu sigue impresionándome. Ezio me ha encargado tareas en las que usaremos su habilidad. Cuanto más instigamos a César, sus reacciones son más rápidas y peligrosas. No sólo debemos atacar y movernos, sino que tenemos que atacar de nuevo antes de que prevea nuestra siguiente acción.

Hombres del Espacio

RomaTRES 14

Dos eruditos trabajan duro para comprender la ciencia de los cielos, Domenico Maria Novara y su joven ayudante, Nicolás Copérnico. Están cerca de un gran descubrimiento, algo que avergonzará a la Iglesia. Por ello sus vidas corren peligro. Debemos interceptar al asesino de los Borgia y dejar que trabajen libremente.
Sabemos que César ha contratado a un ballestero para matar a los astrónomos. Intentará dispararles desde lo alto cuando estén en el balcón estudiando las estrellas.
Enu se coloca en un tejado, oculto en la sombra. Vigilará los movimientos de los tejados sin prestar atención a los astrónomos. Yo exploro la zona que rodea a Novara y su ayudante.
Pasan horas y no hay señal. Tal vez nuestra información fuese errónea. ¡Espera! Veo una sombra que se arrastra por un balcón cercano.
¿La ve Enu? No lo sé. Tenso la cuerda del arco, apunto y disparo. Mi flecha se clava en la pared junto al secuaz de los Borgia. Se levanta y me apunta con su ballesta.
Dos flechas aparecen en el pecho del Asesino con apenas un segundo de diferencia. Cae del balcón y se estrella contra el suelo de la calle. Enu se asoma por la cornisa y le hago una señal. Tenemos que irnos.
Los astrónomos siguen con su trabajo, ajenos a esta conspiración, pero conscientes de que el Vaticano es una constante amenaza para la ciencia. Hemos dejado atrás a algunos Hermanos para que vigilen la injerencia de los Borgia.

Cita para Cenar

RomaTRES 15

Ezio ha encontrado un modo de coger a uno de los agentes de los Borgia. El embajador veneciano Antonio Giustinian ha presionado mucho últimamente a Rodrigo Borgia. Como “disculpa” por perder la calma, Rodrigo ha concertado una cena entre Antonio y una dama de la corte, que sospechamos será la asesina. Iré yo en lugar de Antonio.
Me visto de noble veneciano, con ropa cara y sombrero elegante. Tessa dice que estoy disfrutando demasiado con esto. Solo llevo mis hojas ocultas. Cualquier otra cosa alertaría a mi víctima.
Enu vigila la calle desde arriba, saltando de edificio en edificio. Sé que está ahí arriba, pero incluso a mí me resulta difícil seguirle la pista.
Ya llega. Es mayor de lo que esperaba, pero es atractiva. Me mira un momento, estudiando mi expresión. Le respondo con una sonrisa y una broma. Parece que el disfraz funciona.
¡No! ¡Me lanza un cuchillo! Giro hacia un lado, pero me corta en el brazo. ¿Por qué no habré tenido más cuidado? ¿Y si está envenenado?
La mujer corre por el mercado, empujando a la gente. Enu dispara. ¡Es imposible acertar! No la mata, pero le clava la flecha en la pierna. Ella cae y yo aparezco para llevármela a un callejón.
Interrogo a la asesina. Como esperaba, Rodrigo pretendía que ella matase a Giustinian. He hablado con el embajador y le he dicho que se mantenga en guardia. Giustinian nos asegura que seguirá creando problemas en la corte Borgia mientras le protejamos de represalias.

Duras Palabras

RomaTRES 16

César ha puesto los ojos en Camerino, así que debemos luchar para protegerla. El abad Bernardino trabaja duro contra los Borgia en Camerino, pero la Iglesia empieza a sospechar. Han enviado mercenarios para contener a Bernardino, pero se encontrarán con nosotros.
Nos reunimos con el abad y le pedimos que nos ayude en la emboscada. Nos ofrece todos los recursos disponibles, y le tomo la palabra.
Los mercenarios esperan que haya defensas en la muralla de Camerino. Las habrá, pero serán escasas. Enu me asegura que dará un espectáculo convincente que les distraerá del verdadero ataque.
Llevamos cañones a los lados del camino principal y los ocultamos detrás de los arbustos. Enu y yo recorremos el camino a caballo para comprobar que no se ven.
¡Han llegado! Enu y sus hombres les disparan y matan a unos cuantos antes de que puedan responder al ataque. Toda la atención está sobre la muralla.
Disparamos con los cañones a los flancos del ejército, arrasando hombres y monturas. Los mercenarios están confusos. Se dispersan y se retiran. Enu mata a tres mientras huyen y nos encargamos del resto.
El abad Bernardino está a salvo por ahora. Seguirá enviándonos información desde Camerino e intentaremos resistir y defendernos tanto como podamos.

NEGOCIO INACABADO

Hemos abortado varias operaciones de los Borgia en Italia. Además, hemos asustado a muchos que podrían haberse pasado al bando de César. Querrán vengarse, así que nos preparamos para su respuesta.

Flashback

RomaTRES 17

Charles de la Motte ha entrado en Roma con sus mercenarios. Su aversión por Italia es legendaria, ¿por qué está aquí? César. Si la Iglesia y su ejército miran para otro lado, quién sabe cuánto daño puede causar la Motte. ¡Debemos seguirle!
Como temíamos, los hombres de César dejan pasar al capitán y a sus caballeros franceses. ¡Es como invitarles a entrar en Roma!
Insultan y asaltan a la gente que recorre las calles de la ciudad. Están buscando pelea. Quieren que salgamos a la luz.
Varios mercenarios de Roma desafían a los hombres de la Motte. Cuando los guardias de César amenazan con arrestarlos, se retiran.
Los caballeros entran en una posada y expulsan a los huéspedes que han pagado sus habitaciones. El posadero protesta, y le dan una paliza.
Fuera de la posada empieza a posarse una turba enfurecida, con el dueño a la cabeza. Hay pocos soldados entre ellos. ¡Les van a masacrar!
Casi tenemos que intervenir, pero los guardias de los Borgia llegan y dispersan a la multitud. Parece que esta noche no se derramará más sangre, pero planearemos nuestra respuesta mientras duermen.

Recogiendo Cerezas

RomaTRES 18

Los caballeros franceses se organizan en escuadrones por los diferentes sectores de Roma, lo que nos obliga a dividirnos. Tomo a Tessa, Enu y un grupo con los mejores aprendices. Charles de la Motte se va a arrepentir de haber venido aquí.
El grupo sigue unido, como si conociera nuestras tácticas. Aun así, Enu derriba a tres con sendas flechas en la espalda. Escondemos los cuerpos antes de que los demás franceses se den cuenta de nuestro ataque.
Tessa, vestida de civil, camina entre la gente y ofrece flores a los caballeros. Ellos responden con insultos. Tessa los aguanta y se escabulle, sabiendo que en breve cuatro hombres caerán al suelo agonizando.
Tres hombres llevan a un mercader a un callejón, dispuestos a robarle el dinero. Estoy esperándoles. Al verme, se ríen de mi capucha.
Acabo con el más bocazas clavándole un virote en la garganta. Me asombran los efectos devastadores del artefacto de Leonardo.
Los otros dos avanzan, pero una flecha taladra el cráneo de uno de ellos, que cae al suelo bizqueando. Hago un gesto de agradecimiento a Enu y desenvaino mi ropera.
Desparramo las tripas del último hombre sobre las losas e indico a mis Asesinos que se reagrupen. Las palomas llevan mensajes al tejado: los demás grupos también están teniendo éxito. Charles de la Motte debió haber hecho caso a nuestro aviso en Barletta.

Fuego de Cobertura

RomaTRES 19

Enu nos llama con un reclamo animal, indicando que hay problemas. Acudimos a su lado, nos manda silencio y señala otros tejados a lo lejos. Hay fusileros franceses dispersos por la ciudad, vigilando las calles.
Sacamos los arcos, pero Enu señala a la multitud que hay abajo. Tiene razón: si fallamos, nuestras flechas caerán en las calles de Roma y herirán a inocentes.
Le pregunto a Enu si puede acertar todos sus disparos. Él asiente y lo demuestra abatiendo a un hombre a cuatro edificios de distancia. Hasta ahora, Pedro era el mejor arquero que había visto en mi vida, pero Enu le supera con creces.
Salto a los balcones inferiores y avanzo por las paredes de los edificios. Hay un hombre en la repisa; le empujo, y se parte el cuello contra las piedras de la calle.
¡Me han visto! El francés dispara, y el proyectil arranca esquirlas de piedra junto a mí. Mis dedos resbalan y caigo, pero consigo agarrarme a una viga.
La gente en las calles grita y se dispersa. Con el brazo libre, apunto al fusilero. Está demasiado lejos: mi virote falla el blanco y se clava entre sus piernas. No consigo matarle, pero de momento le dejo fuera de combate.
Enu termina con los demás blancos antes de que yo recupere el equilibrio en el tejado. Hemos ganado esta pelea, pero ahora la Motte sabe que estamos aquí.

TORMENTA DE FUEGO

¡Hemos caído en la trampa de César! Al tratar de cazar a los hombres de la Motte, hemos salido de las sombras y nos hemos convertido en la presa del ejército de César. ¡Soy un idiota!

Choque

RomaTRES 20

Unidos, los franceses y los soldados Borgia son demasiados para nosotros. Nos retiramos a la posada. Fuera, los enemigos forman en línea y no nos dejan ver qué hay al otro lado de la calle.
Apilamos mesas y sillas contra la puerta. La barricada apenas nos brindará unos momentos para pensar, pero los necesitamos.
Una flecha atraviesa la ventana y pasa rozando mi cara. Enu dispara y mutila al arquero que ha estado a punto de matarme.
Tapo la ventana con una mesa rota para evitar más sorpresas. El posadero viene con un martillo y asegura esta barrera improvisada con clavos.
La puerta empieza a ceder bajo las hachas de los atacantes. Pueden vernos por las grietas que han abierto, pero hay tantos escombros que les impiden el paso.
Tessa dispara su ballesta contra la primera línea y alcanza a dos hombres. Las heridas no parecen graves, pero ambos empiezan a retorcerse y caen al suelo.
Intentamos acordar un plan, pero hay pocas opciones y el ruido del ataque es ensordecedor. ¿Cómo nos comunicamos con Ezio? ¿Podrá responder a tiempo?

Humareda

RomaTRES 21

¡La puerta cae! Los arqueros enemigos disparan flechas incendiarias. El posadero grita al darse cuenta de que el humo nos matará antes que las llamas.
El fuego devasta la habitación, abrasando las paredes y curvando el suelo de la sala. Huimos a las escaleras.
Los ojos nos lloran y apenas podemos respirar. Nos tapamos la boca con pañuelos, pero el posadero no tiene. Le doy el mío y contengo el aliento.
El suelo se hunde bajo nuestros pies, tragándose a varios Asesinos, que gritan al desaparecer entre las llamas. Oigo un chillido de mujer. ¿Tessa? ¡Tessa!
Enu me empuja. Ya lloraremos por ella después. No entiendo nada. ¿Cómo ha podido pasar esto?
Hemos llegado al tejado. Los enemigos siguen disparando flechas incendiarias que alimentan las llamas.
¡No tenemos acceso al tejado! Podemos salir por la ventana y trepar por la pared, pero el posadero es demasiado viejo. Al ver salir a los primeros Asesinos, comprende. Intento imaginar cómo podemos sacarle de aquí, pero ambos sabemos que es imposible. Me dice que me marche.

Maratón

RomaTRES 22

La luz del sol nos deslumbra. Al salir por la ventana y trepar por la pared de la posada, casi me alcanza un disparo. Echo un vistazo a mi espalda y veo que los tejados están plagados de tiradores de los Borgia. ¡No!
Al llegar al tejado busco un lugar donde esconderme. ¡Nada! Un disparo silba a mi lado.
Enu dispara sus flechas sin respiro. Logra abatir a seis hombres, pero solo en los tejados hay diez veces más. ¡Un disparo le alcanza en el cuello!
Acudo a su lado y le tapo la herida con su pañuelo. La sangre no tarda en empapar el tejido.
Arrastro a Enu, sin saber adónde. No tenemos escapatoria. ¡Vamos a morir!
Paso sobre los cuerpos de mis Hermanos caídos. ¡Cuántos muertos! Hemos fracasado.
Enu y yo nos sentamos espalda contra espalda, intentando no desmayarnos. Los guardias de César van a acabar con nosotros. Y entonces… un ruido espantoso.

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