Guerras Italianas – Cap.3

Monteriggioni, Italia – 1454 – Mario Auditore

INGENIO

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Las murallas de Monteriggioni han resistido por largo tiempo a sus atacantes. Que Florencia ataque cuando quiera, estaremos preparados.

Los Huertos Públicos

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Cuidamos los campos y comerciamos con nuestros vecinos, pero vemos las ventajas de cultivar la comida dentro de los muros de la ciudad. Aunque nos asedien, no moriremos de hambre.
No entiendo mucho de plantas, pero los jardineros parecen contentos con lo que están logrando este año.
Los granjeros traen estiércol de nuestros caballos y lo mezclan con la tierra. No me gusta el olor, pero me aseguran que es necesario.
Los jardineros cavan pequeñas zanjas para canalizar y desviar el agua. Considero cómo esta táctica podría aplicarse al campo de batalla.
Hoy me mancho las manos. Estoy plantando bulbos junto a las bellas damas que trabajan en estos huertos.
Los jardineros me enseñan a usar sus herramientas y aprendo rápido. Al fin y al cabo, enseño técnicas con armas a mis soldados y no son tan diferentes.
Una cosecha abundante. Tenemos excedentes de comida. Los venderemos a las aldeas vecinas.

Comercio de Madera

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Los carpinteros cuentan con un suministro regular de madera para que la ciudad funcione. Si llegaran a asediarnos, contaríamos con su capacidad para construir con rapidez.
Ofrezco mis brazos a los trabajadores para transportar madera por las calles y apilarla en el almacén.
Les presto algunos soldados para transportar madera. Eso nos gana simpatías y ejercita a mis hombres.
El trabajo no me asusta. Cojo un hacha y manos a la obra.
Los carpinteros me enseñan canciones transmitidas de generación en generación. Nos reímos porque desafino mucho.
Mientras trabajamos, hago sugerencias para fortificar Monteriggioni. Los carpinteros me escuchan con atención, pero también me refrenan cuando me paso de ambicioso.
Hemos acumulado más que suficiente madera para resistir un ataque. Los artesanos tallan figuras con el exceso de madera y las venden a nuestros aliados.

Excavaciones

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Importamos mucho mineral de la región, pero también contamos con una pequeña mina fuera de Monteriggioni. Un trabajo peligroso, pero comprendemos su importancia.
Mis hombres me dicen que es muy peligroso entrar en la mina. Les miro con dureza y cambian de opinión.
Cuando llegas a las profundidades de esa mina, no puedes evitar pensar en posibles catástrofes.
El aire es escaso y el calor es casi insoportable, pero estos mineros no vacilan.
Mis hombres usan herramientas viejas y peligrosas. Prometo cambiarlas.
La mina lleva aquí más tiempo que yo. Me pregunto qué secretos enterraron aquí mis antepasados. Tal vez los busque en otra ocasión. Hoy he venido a trabajar.
Con mejores herramientas y trabajadores motivados se consigue más mineral. Tenemos que aprovecharnos de nuestra buena suerte.

HABILIDADES

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Monteriggioni no es nada sin sus habitantes, sus artesanos, sus guardias o sus pensadores. Procuro visitarles siempre que puedo, ayudarles en su trabajo y conocer sus habilidades, así como sus problemas

Renacimiento

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Nuestra ciudad es pequeña, pero vivimos en un renacimiento artístico. Nuestros pintores viajan para estudiar con grandes maestros y traer fama a Monteriggioni.
Visito a un artista que pinta frescos en el techo de una iglesia. El tema de su pintura es la Crucifixión. Puedo sentir su fe en cada pincelada.
Un pintor me pregunta si quiero encargarle un retrato. Le digo que en Monteriggioni hay modelos mucho más atractivos.
Aunque nuestros pintores superan en número a nuestros escultores, éstos consiguen grandes beneficios por su trabajo.
Aprovecho los contactos de mi hermano en Florencia para importar obras de arte. He creado una pequeña galería en la Villa, a la que acuden a estudiar los artistas de Monteriggioni.
Invierto dinero en embellecer la ciudad. Aunque Monteriggioni está acostumbrada a la guerra, queremos que parezca un lugar acogedor.
Protejo a los artistas, ya que pueden traer visitantes a la ciudad y mejorar su reputación. Conforme progresen en talento y renombre, tendremos mejor relación con otras ciudades.

Chicas Trabajadoras

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Se suele subestimar a las cortesanas de Monteriggioni. Ejercen una enorme influencia en la política de la región. Aunque mi reputación se resiente si paso mucho tiempo con ellas, lo cierto es que tienen mucho que enseñarme.
Discutimos sobre filosofía, y descubro que me superan. Aunque tengo conocimientos que no puedo compartir, sospecho que ellas también.
Las cortesanas preguntan si mis soldados pueden protegerlas. Me doy cuenta de que no les preocupan los florentinos, sino algunas personas de Monteriggioni. Les pido una lista de nombres.
Debo ser cauteloso con estas mujeres. Aunque son aliadas valiosas, sus halagos son una forma de conseguir poder.
He aprendido a extraer información valiosa de sus chismorreos: la moral de mis soldados, tramas, traiciones, incluso datos sobre otras ciudades visitadas por estas cortesanas.
Hablamos de astronomía. Las teorías que le han contado son ridículas, y se lo digo. No le hace ninguna gracia, pero se aguanta.
Dejo a las cortesanas, incapaz de ocultar mi enorme sonrisa. La gente del pueblo murmurará. Da igual.  No tienen en cuenta a uno de nuestros mejores recursos.

Carrera de Armas

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Si vamos a seguir con nuestro desafío a los florentinos, debemos mantener armas y armaduras en buenas condiciones. No dejaré morir a mis hombres por racanería.
Observo cómo un herrero sigue planes importados para mejorar nuestra armadura. ¡Lo consigue! Me muero por probarla en el campo de batalla.
Las armaduras de algunos de mis soldados están dañadas. Les digo que vayan a la fragua a repararlas.
Llega mi turno en el yunque. El herrero admira mi fuerza, pero dice que me falta tacto. Le respondo que dicen lo mismo de mi tiempo en el campo de batalla.
Estudiamos las picas que tanto éxito proporcionan a los suizos y trabajamos para mejorar las nuestras.
Los herreros me proporcionan una gran remesa de equipo para llevar a mi Villa. Saben que lo utilizaré para entrenar a más soldados.
Los herreros de Monteriggioni han vuelto a cumplir. Sé que mis soldados tendrán las mejores armas que podemos permitirnos.

Hombres de Guerra

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Aunque intento involucrarme en todas las facetas de la ciudad, esta es la que conozco mejor: el combate. Sé que puedo tomar a un hombre que nunca ha empuñado un arma y prepararle para la peor de las batallas.
Este se cree un espadachín, pese a que no ha recibido adiestramiento oficial. Le desarmo y se rinde al momento. Le digo que nosotros no nos rendimos: si perdemos una espada, le quitamos otra al enemigo.
Me impresiona la habilidad de este estudiante. Ya ha servido en otro ejército. Tardará un tiempo en perder los viejos hábitos, pero lleva una cabeza de ventaja a los demás.
Es importante tener buen humor al entrenar. Los estudiantes deben sentirse parte de nuestro ejército, no simples empleados.
Hoy entrenamos con armas exóticas. No creo que las utilicemos en combate real, pero es bueno que mis hombres cambien de rutina.
Espero inculcar en mis mercenarios espíritu de cuerpo. No quiero que se vayan con otro que les pague más.
Una nueva tropa está lista para defender Monteriggioni. Les he enseñado a luchar como una familia y por nuestra familia. Que venga el enemigo, les digo, para ponernos a prueba en combate. ¡Me vitorean!

Solución de Problemas

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En Abstergo no les va a hacer gracia que te enseñe esto, razón de más para que lo haga. ¿Por qué vuelven a centrarse en Monteriggioni? Creo que es porque nuestro amigo Mario tiene relación con uno de los artefactos. Quieren que te tropieces con algo, pero sin que sepas interpretarlo. Por suerte, yo también estoy vigilando – Erudito
Mis Hermanos han llegado sigilosos. ¡Tenemos mucho que discutir!
Hemos hecho una lista de objetivos. Cada muerte tendrá un efecto clave en el equilibrio de poder de Italia.
Mis Hermanos traen noticias de las maniobras de los templarios. ¿Qué están planeando?
Noticias de Roma. Está allí, pero a buen recaudo. ¡Hay que actuar!
Esta noche voy a salir de la ciudad con mis Hermanos. Voy de caza.
Aviso de seguridad: no vuelvas a visitar esta memoria. Se han producido intromisiones externas que la han dañado e inutilizado.

MEDIDAS DEFENSIVAS

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Hay que trabajar para que Monteriggioni esté preparado ante un ataque. Trazaremos un plan basado en nuestras observaciones y haremos que todo el mundo lo siga.

Recorriendo la Muralla

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Entreno a mis mercenarios para que patrullen las murallas. Les enseño qué deben buscar en el horizonte, dónde deben ponerse en un ataque y cómo apuntar desde las alturas.
A lo largo de la muralla hay un total de catorce torres. He asignado tres hombres a cada una para que el fuego sobre el enemigo sea más intenso.
Muevo a mis hombres por la muralla. Deben estar listos para acudir rápidamente a los puntos débiles, por si el enemigo accede a ellos.
Los arquitectos dicen que rebajar las torres puede ayudar a nuestras defensas, porque así podremos adquirir armas más potentes. Es una empresa considerable, pero la tendré en cuenta en el futuro.
También les entreno para que vigilen el interior de la muralla. Los guardias pueden ver mejor lo que pasa abajo y responder con rapidez a cualquier problema.
Paramos en cada torre para comprobar que no faltan suministros y que las armas están en perfecto estado.
Confío en que, si nuestro frente cae, las defensas de las torres destruirán a cualquier fuerza que nos asedie.

Las Afueras

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En la campiña más allá de los muros de Monteriggioni hay varias aldeas y caseríos. Nos brindan ventajas estratégicas, mas a cambio de un gran riesgo personal. Es importante trazar planes para protegerlos por si se desencadena la guerra.
Visito una granja donde una familia de cuatro miembros cultiva los campos cercanos. Debemos buena parte de nuestra comida al empeño de esta familia. Les recuerdo que, cuando el enemigo avance, serán bienvenidos tras nuestras murallas.
El fraile que atiende la iglesia cercana se niega a irse aunque tenga al enemigo a las puertas. No logro convencerle de que corre un gran peligro.
Varios residentes de la granja aceptan vigilar cualquier señal de problemas. Les pago bien por su colaboración.
Sitúo mercenarios en los caminos de la campiña, no solo para vigilar si hay problemas, sino para demostrar nuestro compromiso con los vecinos.
Muchos jóvenes de estas aldeas se alistan para luchar por Monteriggioni. Respondo a sus preguntas y les animo a entrenar sus habilidades.
Tras comprobar que protegemos a nuestros aliados, vuelvo a Monteriggioni. No sé si vivir extramuros es valentía o locura, pero es la decisión que han tomado.

Cría de Ganado

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Todo mercenario conoce el valor de un caballo fiable y bien adiestrado. Cabalgar una montura que se espanta en plena batalla o pierde velocidad es un riesgo inaceptable.
El caballerizo me guía en una breve visita, y me enseña las diferentes razas. Las hay robustas para trabajar, nervudas para viajar, y también están los valientes corceles que usamos para el combate.
Me encanta dar de comer a los animales. Algunos de ellos morirán a nuestro lado, mientras que otros nos salvarán la vida.
Me preocupa que nuestros establos estén extramuros. Si tenemos que retirarnos tras las murallas, le dejaremos todo nuestro ganado al enemigo. Pero es inevitable: los animales deben pastar.
Mi propia yegua me ha servido bien, pero empieza a notar la edad: ya no se mueve con la agilidad de antaño. He empezado a buscarle un sustituto.
Varios hombres me acompañan a los establos. Jinete y corcel deben acostumbrarse uno a otro antes de entrar en combate.
Visitar los establos me ayuda a despejar la mente. Monteriggioni sigue criando los mejores caballos de la región.

Juego en la Sombra

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La información es nuestro bien más preciado. Tenemos a varios espías que pasan más tiempo fuera de Monteriggioni que en casa. Son truhanes, políticos, charlatanes y tahúres.
Enviamos a una de nuestras mejores cortesanas a Roma, donde intentará relacionarse con nobles influyentes e informarnos.
He enviado a Forlì a dos artistas, hermano y hermana. Esperemos que se hagan amigos de otros artistas que hayan viajado más que ellos y, por tanto, posean información valiosa.
He mandado un espía a Florencia. Mi hermano no lo aprobará, pero no pienso decírselo.
Sospecho que alguien de nuestra comunidad comparte información con el enemigo. Encargo a uno de mis agentes que descubra quién es.
Según un informe enviado por paloma mensajera, Florencia planea otro ataque. Debemos acelerar los preparativos.
Nuestros espías han partido. Su misión es informarse de las maniobras del enemigo, pero la prioridad es que vuelven sanos y salvos.

LIMPIANDO LA CASA

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Monterrigioni es un caos: robos, violencia, pillaje… En las calles, turbas enfurecidas se toman la justicia por su mano. Esto no es propio de nuestra apacible comunidad: sospecho que alguien nos está manipulando.

Calmando los Ánimos

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Entre el caos, las familias se reúnen en multitudes, y se lanzan insultos… y muebles. Son buenas gentes, pero algo las ha alterado.
Consigo que la multitud me preste atención, y hago lo posible por calmarla.
“¡El crío me ha robado el collar!”, grita una mujer. “Yo no he sido”, dice él, “¡pero tú intentaste incendiar mi casa!”. Abro los brazos y me interpongo entre ellos.
Mando soldados para que separen a las familias en conflicto.
Cuando pierdo la paciencia levanto mucho la voz. Consigo acallar a ambas familias y las exhorto a entrar en razón.
Nadie tiene pruebas de ninguna fechoría. Les insinúo que alguien se está aprovechando de una antigua rencilla.
He logrado atajar las disputas. A regañadientes, las familias vuelven a sus hogares, pero no sé cuánto tiempo seguirán tranquilas.

Si no puedes Vencerlos…

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Hoy hemos pillado a unos ladrones que actuaban en la ciudad. Mis hombres querían escarmentarles, pero he intervenido. Quizá hallemos un uso mejor para esos bandidos.
Este ladrón recibió instrucciones sobre a quién debía robar y dónde hacerlo, pero no llegó a conocer a su jefe.
Un ladrón me advierte de que aquí hay mucha gente intentando desestabilizar Monteriggioni, pero no me da nombres.
Uno de los cautivos logra soltarse, pero le detengo con la punta de mi hoja, así que acepta escucharme.
Estos ladrones son jóvenes y temerarios, pero la vida en las calles ha desarrollado sus talentos. Van a trabajar duro para mejorar su actitud.
Estos jóvenes no son de Monteriggioni. Alguien les ha pagado para que vengan.
He conseguido unos hábiles aliados. Tampoco me fío mucho de ellos, y por eso tengo pensado soltarlos sobre alguna otra ciudad. Mas por ahora pueden serme útiles.

Lanzando la Red

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Enviaré a todos los agentes disponibles para encontrar a ese agitador. Igual que las nubes anuncian la tormenta, un ataque interior puede anunciar un asedio.
¡Un golpe de suerte! El agitador sigue aquí…
Ofrecemos dinero a cambio de información, y varios testigos nos venden sus historias. Es difícil distinguir la realidad de la ficción.
Hemos oído varios nombres, pero uno se repite más que el resto.
Quizá el agitador intente huir. Averiguará que los muros de Monteriggioni también sirven para evitar que la gente salga de la ciudad.
Ya casi tenemos a la presa. ¡La emoción de la caza!
Luciano Pezzati. Solo un nombre por ahora, pero sabemos que se oculta en Monteriggioni. ¡Le encontraremos!

Acorralado

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Los hombres de Luciano Pezzati intentan impedir que nos acerquemos. Son mercenarios, no vulgares matones. ¡No va a ser fácil!
El enemigo concentra sus asaltos, y ataca a mis soldados en grupos de tres. Algunos de mis hombres caen, pero los demás se adaptan a esta táctica.
Hago una finta y mi adversario se traga el cebo. En un movimiento le degüello y me giro para encarar a otro enemigo que me ataca por detrás.
Una flecha me pasa tan cerca que la pluma me roza la oreja. Señalo al arquero y mis hombres le neutralizan.
Un piquero me mantiene a raya. Es un arma engorrosa, pero él la maneja de maravilla. Aferro la punta del arma y le inmovilizo mientras mis hombres le derriban.
Un hombre de Luciano intenta huir, pero mis soldados se han criado en estas calles, y le interceptan sin problemas.
Hay varios cuerpos tirados por la calle, de mis hombres y del enemigo. Hemos atraído a una multitud. Ahora Luciano es vulnerable: me encargaré de él.

Mano a Mano

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Luciano se ha parapetado en la posada. Derribamos la puerta, y nos está esperando daga en mano. ¡Le necesito vivo! Digo a mis soldados que no se metan y desenvaino mi propio puñal.
Ambos somos habilidosos con la hoja. Fintamos y bloqueamos, sin llegar a tocarnos.
Hacemos círculos entre las mesas. Luciano me arroja una silla, y la esquivo por poco.
Me provoca, diciéndome que la ciudad caerá en manos de Florencia.
Cambio de táctica, y espero a que Luciano me ataque. Le hago un corte en los dedos. ¡Demasiado superficial! Tengo que desarmarle.
Me ataca antes de que pueda reaccionar y se retira con la hoja ensangrentada. Me ha hecho un corte, pero no tan profundo como esperaba. ¡Eso no me frenará!
Esquivo un ataque de Luciano y le clavo la daga en el hombro. Su brazo se retuerce y deja caer el arma, pero enseguida saca otra hoja con la mano izquierda. Pongo todo mi peso en el giro y le golpeo con la empuñadura en la sien. Mis hombres se lo llevan inconsciente a la Villa Auditore. ¡Pronto tendremos respuestas!

AVISO DE TORMENTA

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El cautivo ha confirmado que un ejército de Florencia avanza hacia Monteriggioni. Y lo que es peor, están dirigidos por Federico da Montefeltro, uno de los condotieros más bravos de Italia. Descubrirán que estamos acostumbrados a los asedios. Me daré prisa para preparar a nuestras fuerzas.

Equipándose

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Ordeno a mis soldados que tomen su equipo y me busquen en el campo de batalla. Hay mucho que hacer antes de que lleguen los florentinos, y no me pillarán desprevenido.
Cada uno acude a un punto donde los asistentes le ayudan a ponerse la armadura. Yo prefiero luchar sin estorbos, pero algunos soldados llevan mucho hierro encima.
Por fuera de la puerta principal, los herreros nos preparan las armas.
Con nuestros colores, los caballos nos llevan al campo de batalla.
Mis soldados están entrenados para manejar gran variedad de armas, pero les animo a que cada uno lleve al combate su arma favorita.
Miro hacia las murallas y compruebo que los arqueros están listos en las torres.
Paso revista con orgullo al ejército que tanto me ha costado entrenar y aprovisionar. Me he esforzado para que estos hombres sean amigos, y confío en ellos para evitar que Monteriggioni caiga en manos enemigas.

A Ciegas

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Montefeltro envía una pequeña tropa de caballería ligera para explorar. Los interceptaremos para frustrar sus preparativos y debilitar su moral. Como era de esperar, no tardamos en encontrar a la patrulla.
Patrullamos la campiña y descubrimos a más exploradores enemigos.
Nos dividimos en grupos pequeños e intentamos rodear a los enemigos.
Florencia está jugando fuerte, pero mantenemos el tipo.
Nuestros caballos son más rápidos. Pronto alcanzamos a los suyos y matamos a los jinetes.
Mis arqueros derriban a los exploradores de Florencia con una puntería pasmosa.
Nuestro enemigo espera un informe que nunca llegará. Eso nos da más tiempo para prepararnos. ¡Debo volver rápido a Monteriggioni!

Escalada

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Aunque cambiaremos las tácticas conforme avance el enemigo, debo dividir mis fuerzas. Cada unidad apoyará a las demás. ¡Trabajo en equipo!
Envío a las murallas más soldados, para que derriben las escalas enemigas y, si alguien pone el pie en el adarve, defiendan a nuestros arqueros.
Combino piqueros y ballesteros para detener las cargas del enemigo. Es muy difícil que la caballería rompa esta formación.
Sitúo a mis mejores arqueros en las torres. Una ballesta resulta muy útil para un ejército bisoño, pero la habilidad con el arco largo es mucho mejor.
Si el enemigo se acerca a la muralla, la caballería le atacará por un flanco. Los jinetes, con sus armaduras pesadas, arrollarán a la infantería de Montefeltro.
La caballería ligera apoyará a la pesada. El enemigo intentará dividirnos en pequeñas escaramuzas donde vea que es más rápido que nosotros.
Las defensas están listas para lo que nos envíe Florencia. Esta ciudad está hecha para la guerra: los muros de Monteriggioni derrotarán al enemigo.

La Arenga

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Debo demostrar confianza en mis hombres. Esperan que les hable antes de la batalla, y lo haré. Apresto a mi corcel, bebo un trago y me dirijo hacia mis hombres, con la espada en alto.
Hablo de una familia con lazos de lealtad, no de sangre. Cada hombre confía en el de al lado. ¡No hay eslabones débiles!
Les recuerdo que Monteriggioni lleva más de 200 años rechazando ataques. ¡Con nosotros también resistirá!
Levanto nuestro estandarte y galopo ante mis hombres, que me vitorean.
Les insinúo que podemos deponer las armas y pedir clemencia a Montefeltro. Recibo silbidos y abucheos, y después carcajadas.
Les digo que dejen la compasión para otro día. Hoy recordaremos a los florentinos que en Monteriggioni solo hallarán la muerte.
Un comandante me dice que he pronunciado una de las mejores arengas de mi vida. No se lo discuto. ¡Los florentinos van a escuchar el rugido de mis tropas antes de divisarlas!

CAPEANDO EL TEMPORAL

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El frente del enemigo apunta hacia Monteriggioni. Nos han rodeado, y tratan de desmoralizarnos con mentiras. Amenazan con quemar los campos para que nos rindamos, pero van a conseguir lo contrario.

Rompeolas

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La infantería del centro de la formación sabe que es el eje central de nuestro ejército. Les ordeno que intercepten las cargas enemigas.
Atacan a nuestros arqueros. Envío piqueros para que formen un cuadro a su alrededor. El enemigo no logra romperlo.
Tres líneas de mi infantería resisten una carga de caballería. Los jinetes que no mueren empalados caen de sus monturas. Hay tres veces más infantería, entrenada para el choque. Los jinetes no tienen oportunidad.
El enemigo rompe una formación de picas, pero mis mejores espadachines les están esperando detrás.
Parte de mi infantería lanza una devastadora descarga de ballestas antes de flanquear a las fuerzas enemigas.
Mis hombres no me decepcionan. Llevan años entrenándose, y están orgullosos de demostrarlo.
Mi infantería es la que sufre más bajas. Son la segunda muralla de la ciudad, el baluarte entre nuestras familias y la tiranía. Sin ellos, Monteriggioni ya habría caído.

Tempestad

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La caballería pesada aguarda órdenes en el centro, mientras que la ligera forma a retaguardia. En la batalla son las fuerzas más móviles, y pronto los florentinos descubrirán lo mortíferas que pueden llegar a ser.
Lanzo a la caballería pesada. Forman una línea recta y destrozan una unidad de espadachines de Florencia.
Mis jinetes atacan, pero los rechaza una densa formación de piqueros. Ordeno a los arqueros de vanguardia que arrasen el campo tras la caballería en retirada.
Una fea refriega de infantería está abriendo hueco en mis defensas. Envío a la caballería ligera para rellenarlo.
Los arqueros han derrotado a una unidad enemiga. No puedo dejar que escapen. Mando a la caballería ligera que los aniquile.
Mi caballería ataca incansable: carga, retirada, carga, retirada. Estudio los puntos débiles para aprovechar cada oportunidad e infligir el máximo daño posible.
¡La táctica y la instrucción vencerán! Mis jinetes son los mejores que he mandado y hoy han demostrado ser letales.

Lluvia de Acero

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Ordeno que los arqueros disparen. La mayoría tienen buena puntería y elegirán sus blancos, pero empiezan por lanzar una lluvia de flechas sobre el enemigo.
Los arqueros de vanguardia disparan sus flechas. Los florentinos hacen lo mismo. Ambos bandos perdemos muchos hombres.
Conforme el enemigo avanza, mis tiradores escogen sus blancos. Es todo un arte identificar a los mejores soldados y matarlos, desgastando a la vez las fuerzas y la moral del enemigo.
Mi vanguardia humilla a los florentinos. Por cada disparo de flecha que fallan, mis hombres dan dos veces en el blanco.
Hemos perdido una torre ante los ballesteros enemigos. Montefeltro se da cuenta y envía dos escalas de asalto. Ordeno a los arqueros de las torres contiguas que actúen, y ellos abaten a los invasores a mitad de la escalada.
La caballería florentina ataca a mi vanguardia. Ordeno retirada y que los arqueros de las torres disparen. El enemigo interrumpe su ataque.
Los campos que rodean Monteriggioni están sembrados de flechas. El enemigo ha sufrido graves daños, y los hombres y corceles caídos obstaculizan a los que cargan.

Operación Trueno

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Los hombres de Montefeltro han montado dos fundíbulos. Hay que destruirlos rápidamente o derruirán los muros de Monteriggioni. ¡No deben abrir brecha!
Los fundíbulos descargan sus piedras. Una pasa de largo, pero la otra golpea nuestra muralla con un crujido ensordecedor.
Ordeno a los picapedreros de Monteriggioni que reparen los daños de la muralla. Los fundíbulos son muy precisos y volverán a golpearla. Por suerte, hay tiempo de actuar antes de que recarguen.
Dirijo la carga de caballería. Llevamos antorchas y frascos de aceite. Los arqueros tratan de frenarnos, pero somos demasiado rápidos.
Lanzo aceite sobre un fundíbulo y después arrojo la antorcha a su base.
Arrollamos a los operarios del fundíbulo. Mis jinetes rechazan a los defensores mientras me encargo de la máquina.
Dos columnas de humo señalan el lugar donde se alzaban los fundíbulos. ¡Ojalá desde Florencia vieran cuál es el resultado de su ambición! Pronto recibirán noticia de ello. Montefeltro debe estar furioso.

ANTE NUESTRAS NARICES

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Luciano Pezatti ha confesado por qué Montefeltro asedia la ciudad. No estaba aquí por Monteriggioni. Buscaba lo que se oculta bajo la Villa, escondido por mis antepasados. Lo encontraremos.

Planos

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Hay que encontrar qué buscan los florentinos: una reliquia, un tesoro, basura… He llamado a arquitectos e historiadores para resolver este misterio.
En los diarios de los Auditore encontramos referencias vagas y mensajes enigmáticos. No logramos entenderlos.
El arquitecto y yo estudiamos el trazado de los edificios de Monteriggioni y discutimos posibles escondrijos bajo cada uno de ellos.
Debajo de la Villa hay secretos que mis ayudantes no hallarán en ningún archivo. Pero no creo que el enemigo esté tan interesado por nada que yo haya encontrado.
La parroquia de Santa Maria Assunta parece un buen lugar donde investigar. Muchos templos esconden secretos de lo más tenebroso. Pasamos toda la tarde indagando, pero no conseguimos nada.
Los Auditore tienen una cripta llena de secretos en Monteriggioni. Mi hermano Giovanni la exploró a conciencia de joven, y aunque sus hallazgos fueron… sorprendentes, no encontró ningún artefacto.
¡El pozo! En los archivos de los Auditore he descubierto que uno de mis antepasados hizo secar el viejo pozo y siguió excavando. Un acto sin sentido… a menos que ocultara algo.

Perdido y Encontrado

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Traigo a mis soldados, y también a un minero, y bajamos por el viejo pozo. Pasaremos aquí todo el día si no hay más remedio. Creo que estamos sobre la pista.
Han drenado casi toda el agua de este pozo. Busco marcas o mecanismos en el fondo. ¡Mis hombres creerán que estoy loco!
Quedan andamios de madera de la excavación. Trepo por ellos para investigar las alturas de la cámara, pero no encuentro pistas.
Mando callar a los hombres y espero. Durante un rato solo escuchamos. ¡Nada!
Empujo las paredes, buscando salientes o piedras sueltas. No se mueve nada.
No encuentro cuerdas ni restos de ningún mecanismo. Quizá no era más que un pozo…
¡Qué absurdo pensar que hallaríamos algo más que roca aquí abajo! Creo que hemos terminado… ¡Alto! La llama del minero se mueve al acercarse a la pared trasera. ¡Hay una cámara escondida! Empujamos la pared con todas nuestras fuerzas, y se mueve.

Cálida Bienvenida

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Entramos en un estrecho vestíbulo. Hay tallas en las paredes y paneles en el suelo. Asombrado, el minero avanza, y un alambre de púas lo destroza. Tiramos de él, pero ya está muerto.
Avanzo despacio por el corredor, barriendo a los lados con mi espada. Encuentro más alambre de púas y lo corto.
¡Una baldosa falsa! Me tambaleo, pero uno de mis guardias me agarra. Acerco la antorcha, pero no veo el fondo de la sima.
Algunos hombres retroceden. No les culpo por ello.
Empezamos a prever las trampas y desactivamos muchas antes de que actúen.
¡Esquivo por muy poco una flecha, que atraviesa el pecho del hombre que me sigue!
¡Lo encontramos! No es ningún tesoro, solo una caja de madera. Al avanzar, cometo un error: ¡un péndulo cae desde el techo! Intento esquivarlo, pero me alcanza en pleno ojo izquierdo. ¡Maldigo al arquitecto de esta cámara infernal!

Buscando Milagros

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Una voz retumba en mi cráneo: “TU DOLOR ES PASAJERO. IGNÓRALO”. Mis hombres creen que lo que hay en la caja les sanará, pero les digo que no la abran. ¡Empuñan sus armas y me atacan!
Les recuerdo que soy mejor espadachín, pero me atacan todos juntos.
Los mantengo a raya a patadas y a cintarazos de plano. ¡Se niegan a entrar en razón!
No guardaron este artefacto como si fuera un tesoro, sino que lo escondieron para que nadie lo viera. ¿Qué mal puede desencadenar?
No tengo más remedio que abatir a dos de mis hombres para que no me derroten.
Un hombre me empuja e intenta abrir la tapa. ¡Le doy una estocada en la espalda!
¡Qué cruel es este tesoro oculto entre las tinieblas! Tras ver cómo morían hombres a los que consideraba amigos, debo mirar dentro. ¡Debo saber! Pero no lo haré.

Fuerza de Voluntad

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Sea lo que sea esta cosa, la quiero fuera de Monteriggioni. Mi hermano sabrá qué hacer con ella. Mientras salgo de la cámara con la caja, esta sigue hablándome. ¡No me rendiré!
“QUÉDATE QUIETO”, me ordena. Me muevo más rápido.
“DESPEJA TU MENTE.” No estoy seguro de que sea capaz de hacerlo después del día de hoy.
“YO TE SANARÉ”, me promete. Mi herida ya ha dejado de sangrar. ¿Qué es esta cosa?
Intenta aturdirme chillando dentro de mi cabeza, y casi lo consigue.
La voz no parece ser hostil, pese a la urgencia de su tono. Quizá solo pretenda curarme, pero no voy a comprobarlo.
Hecho. He escondido ese objeto maldito en la Villa. Pronto vendrá Giovanni para llevárselo de aquí. Ahora será problema de la hermandad, no mío.

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