Robo a Hurtadillas

Los piratas de la Edad de Oro eran un grupo astuto, que a menudo empleaban las tácticas del subterfugio para atrapar a sus presas en lugar de la molestia de una escaramuza indecorosa o una persecución agotadora. ¿Y quién puede culparlos por eso?

Una táctica común era enarbolar colores falsos, lo que alentaba a los buques de la misma nacionalidad aparente para acercarse en la creencia de un parlamento seguro – y muchos descubrían demasiado tarde de quién era realmente la bandera que ondeaba. El camuflaje básico era otra táctica exitosa, con capitanes piratas arriando ciertas velas, ocultando su tripulación y enmascarando sus armas con el fin de ser visto como un tipo completamente diferente de nave. Sin embargo, esto siempre podría ser contraproducente si otros piratas caían por el mismo truco.

Si todo lo demás fallaba empezaba una persecución pura y simple en toda regla, y por lo general a toda vela – no sólo por la velocidad, sino para huir si el buque objetivo resultaba ser más grande o mejor armado. En cualquier caso, muchos barcos mercantes simplemente se rendirían si los alcanzaban, ya que la mayoría estaban bastante mal equipados para la batalla y tripulados por marineros poco cualificados para el combate o como mínimo poco dispuestos a intentarlo.

Estos barcos eran una presa fácil para el bucanero astuto, a menos que navegaran en convoyes protegidos por buques de guerra armados hasta los dientes. Las batallas con cañones eran entonces un riesgo, y es seguro que Edward Kenway encontrará un montón de ellas en sus viajes. Pero esa es la esencia de un nuevo capítulo…

Traducción por Hugo Ochoa Martínez
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