14 de diciembre de 1799

Todavía no me ha llegado la muerte, pero ya se acerca y es tan inevitable como el día que sigue a la noche. Hace tiempo que me siento decaído, pero no me da miedo morir. Eso mismo fue lo que le dije al doctor Craik cuando le pedí que cesara en sus vanos intentos por demostrar lo inevitable.
Pronto me reuniré con mi amada Martha.

Los acontecimientos de mi vida me han conducido a un destino que nunca imaginé, ni siquiera en mi juventud, cuando sólo me importaba ganar dinero para mi familia tras la muerte de nuestro padre. He tenido el honor de hacer algo que pocos hombres han hecho:
crear una nación.

He luchado primero como soldado y después como presidente, para forjar esta nación y hacerla poderosa. Y ahora es tan poderosa que no existe ninguna fuerza capaz de hacerla desaparecer. Me siento muy orgullosode mi obra, incluso en mi lecho de muerte.

Apenas me quedan fuerzas, pero deseo añadir estas palabras al cuaderno que me ha acompañado durante toda la vida. Habla de eventos conocidos por todos y de otros que mantuve en secreto.
¿Quién leerá estas líneas?
No puedo más que pensar en Connor, el hombre misterioso que desempeñó un papel tan sorprendente en mi destino y en el de la nación.
¿Quién leerá mi extraña historia?

El mapa de los trece estados americanos, dispuestos a lo largo de la costa Este. Me fascina la inmensidad de las tierras que quedan por explorar en nuestro continente.

Mis compatriotas virginianos. Hombres valientes y sencillos: agricultores, leñadores. Admiro su tenacidad.

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